Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El Vicepresidente de los Estados Unidos llamó esta semana al mandatario guatemalteco para exigirle que detenga la caravana de ciudadanos hondureños que emprendió el notorio viaje, evidenciando que los gobernantes norteamericanos no entienden lo que ocurre aquí ni las consecuencias de su política exterior. Fue precisamente Estados Unidos el que terminó dando la bendición que necesitaba el corrupto gobierno de Honduras para perpetuarse en el poder y resultado de esa absurda y antidemocrática postura es el cansancio de la gente que, a falta de oportunidades, no ve sino en la migración la esperanza.
En vez de llamar a Jimmy para decirle que detenga a los migrantes, lo que el Vicepresidente tendría que hacer es llamarlo para que dejen de corromperse y para que no continúe su esfuerzo por acabar con la lucha contra la corrupción. Mientras haya corrupción la pobreza seguirá incrementándose porque precisamente lo que buscan los corruptos es amasar para sí toda la fortuna posible y eso significa despojar a los pueblos de lo elemental. No hay siquiera educación o salud pública para atender necesidades elementales de la gente porque hasta en eso campea la corrupción.
En Guatemala tenemos un sistema educativo que es un verdadero asco porque cayó bajo el control de un sindicato corrupto que se mueve politiqueramente sin ofrecer a los educandos ninguna mejora en la calidad de la enseñanza. Y quienes tienen parientes que han emigrado a Estados Unidos saben que allá las oportunidades de entrar a un mejor régimen escolar son enormes, y que aún los ilegales tienen acceso a colegios de buena calidad. Acá tenemos una red de hospitales que han servido para que muchos hagan negocio y algunos, de premio por su ineptitud y falta de transparencia, hasta terminan de Ministros para administrar el saqueo en mayor escala. Y así puedo ir citando uno a uno todos los servicios que la gente debiera recibir, pero que no llegan porque los gobiernos están al servicio de los intereses de un pequeño sector que se apropia de toda la riqueza.
No hay forma de contener la migración mientras los pueblos sigan viendo esa pobre perspectiva de su futuro y del futuro de sus familias. Estados Unidos debe recordar que las oleadas migratorias de los siglos XIX y XX fueron resultado de las condiciones de pobreza que se vivieron en muchos lugares del mundo y que la gente buscaba el sueño americano por absoluta necesidad.
Lo mismo está ocurriendo ahora, y aunque el color de la piel del migrante centroamericano sea distinto, las razones que generan esos flujos migratorios siguen siendo exactamente las mismas y por más militares que se pongan en las fronteras para contener las caravanas de migrantes, la gente seguirá corriendo riesgos para entrar al país donde esperan concretar sus sueños.
Si Estados Unidos quiere reducir y detener la migración debe apoyarnos seriamente a acabar primero con los corruptos, con todos esos pícaros que roban recursos públicos, pero también se roban la esperanza de la gente.