Claudia Escobar

claudiaescobarm@alumni.harvard.edu

Es juez guatemalteca, reconocida internacionalmente por su labor en contra de la corrupción. Recibió el reconocimiento “Democracy Award”. Escobar ha sido fellowen la Universidad de Harvard y Georgetown University.  Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona; Abogada por la Universidad Francisco Marroquín. También tiene estudios en ciencias políticas de Louisiana State University

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Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu

Cuando recibí una invitación para participar en un panel internacional sobre “El papel de las abogadas para facilitar el acceso a la justicia para las mujeres” en el marco de la conferencia anual de la International Bar Association, la cual se llevó a cabo en Roma durante la segunda semana de octubre, inmediatamente pensé en mi madre y la labor que -como abogada y como juez- realizó a favor de las mujeres.

Motivada por mi padre, mi mamá estudio derecho en la universidad de San Carlos, al mismo tiempo que criaba a sus hijas. Tengo vivo el recuerdo de su graduación a mediados de los años 70. Fue una de las primeras abogadas del país, en una época en que no era común que las mujeres se desarrollaran profesionalmente. De niña hubiera querido tener una madre que fuera ama de casa, como las mamás de muchas de mis amigas; que se dedicara a hacer galletas, pasteles y otras tareas domésticas. Yo en cambio tenía una mamá que se preocupaba porque los derechos de las mujeres fueran respetados. Me costó entender que ella trabajaba para que las mujeres fueran reconocidas en su dignidad y todos tuviéramos un mejor país.

El compromiso de mi madre por la justicia marcó mi vida y también la de otras mujeres que de una u otra forma se vieron influenciadas por su labor. Junto a las abogadas de su tiempo, luchó por eliminar normas legales que eran injustas y discriminatorias: como el artículo en el Código Civil que prohibía trabajar a la mujer sin el permiso de su marido; o el delito del adulterio que solo se aplicaba a la mujer. Además, promovió la aprobación de la “Ley de Violencia Intrafamiliar”, que protege a la familia de los malos tratos y la violencia doméstica. Como jueza de familia, dictó miles de medidas judiciales contra maridos abusadores que maltrataban a sus esposas.

Aunque la labor de las primeras abogadas en Guatemala abrió una brecha para que hoy más jóvenes puedan dedicarse a la profesión legal, muchos de los desafíos de la justicia son los mismos de cincuenta años atrás. Miles de niñas siguen siendo discriminadas, sus derechos no se respetan. Cientos de mujeres siguen siendo víctimas de abusos sexuales y de violencia domestica; nuestro país se caracteriza porque los crímenes en contra de mujeres, como muchos otros delitos, quedan en impunidad y la justicia sigue siendo el privilegio de unos pocos.

Hay estudios que demuestran que, cuando las mujeres son pobres y sufren violencia, no son solo sus derechos que se ven afectados, sino que el desarrollo de toda la sociedad está en juego. Mientras la corrupción se permita en las instituciones y la justicia no funcione adecuadamente, los guatemaltecos seguiremos siendo vulnerables a los abusos de poder. Siendo magistrada, la carrera de mi madre se vio truncada al no aceptar ser coaccionada en una resolución judicial; pero ella siempre veló por la justicia.

Nuestro país atraviesa hoy por momentos críticos, en los que es necesario que los órganos de justicia cumplan con su misión y continúen la lucha contra la corrupción. Ojalá que las abogadas, en puestos de responsabilidad dentro del Sistema de Justicia sigan el ejemplo de Mirna Mejía de Escobar y tengan el coraje de hacer que se respete la ley.

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