Con o sin traslado de la Embajada de Guatemala en Israel, con la propiedad de un todo me lo merezco, el Presidente de los Estados Unidos envió un clarísimo mensaje a quien se considera “su amigo”, el Presidente de Guatemala, en el sentido de que si no contiene la migración y permite que pase la caravana de hondureños que se encuentra ya en territorio nacional, suspenderá de inmediato cualquier desembolso que haya pendiente dentro de la cooperación, modesta por cierto, que recibimos de la poderosa nación del norte.

Si Trump realmente cumple su palabra, cosa que no siempre ocurre, estamos fritos porque no hay forma de contener la migración de estos países hacia Estados Unidos, simple y sencillamente porque la misma es una forma de sobrevivencia ante el histórico abandono en el que se mantiene a la gente más pobre de estos países. La gente no se va por gusto, como alguna vez dijo mostrando su arrogante ignorancia el vicepresidente Cabrera, sino que emigra porque su país no les ofrece la menor oportunidad de mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias. El flujo de migrantes no depende de la voluntad de un Presidente, por mucho que disponga medidas de control y represión a los que toman la dramática y dura decisión que no es, para nada, algo sencillo y alegre.

Sin duda en el Gobierno habrán pensado que gracias a los buenos oficios de la que fue Embajadora en Naciones Unidas tenían tal acceso al gobierno norteamericano que no tenían que preocuparse por reacciones como la que ahora anuncia el presidente Trump, pero es que él no tiene por qué agradecer nada si sabe que la movida de la Embajada a Jerusalén fue una pura maniobra aconsejada por los rancios embajadores que hoy dirigen la política exterior del país en visitas cada vez menos esporádicas.

El drama centroamericano se refleja en esta caravana hondureña, puesto que se trata de un pueblo que paga las consecuencias de gobiernos corruptos, como el que Estados Unidos ayudó a reelegirse en Honduras, que no invierten en la gente porque todo el dinero se lo roban para su provecho y beneficio. Mientras los fondos públicos sigan fluyendo hacia los bolsillos de funcionarios ladrones y corruptos, de los que nos toca tristemente soportar porque la estructura política a eso nos vive forzando, en vez de ser invertidos en el desarrollo de los habitantes más pobres de estos países, la migración es casi un deber para aquellos que aspiran a ofrecer oportunidades a sus desprotegidas familias.

Redacción La Hora

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