Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Las coyunturas en el mundo, cuando los cambios y las transformaciones son un proceso de largo recorrido, hacen que la naturaleza humana vaya guiando su ruta con base en lo que alguien puede sentir como las victorias y/o derrotas momentáneas que, inevitablemente, se dan en cualquier proceso de metamorfosis y reforma en busca de sostenibilidad.
Y el proceso de transformación que Guatemala inició en el 2015, gracias a las investigaciones que derivaron en que la gente saliera de la indiferencia crónica, ha sido una genuina montaña rusa llena de apasionantes e históricos momentos, así como de negros episodios que el sistema y sus operadores han podido propinar golpeando la moral de todos aquellos a los que el convencimiento de que un país mejor, más justo e incluyente en el que quepamos todos y se actúe bajo las mismas reglas, es posible.
Pero en medio de esta guerra entre el pasado y el futuro del país, hay quienes han sabido explotar los momentos para ir generando en algunos un desgaste que los ha hecho, quizá sin quererlo, perder la fe por momentos olvidándose que ésta no es un carrera de 100 metros planos, sino una maratón que a pesar de sus dificultades vamos a terminar ganando.
Y digo lo anterior, porque hay quienes ahora sienten que el destrozo al Estado de Derecho que está llevando Jimmy Morales (al mejor estilo de Daniel Ortega y Nicolás Maduro), su Gobierno, el Congreso, algunos en las Cortes y varios particulares, se sienten como derrota para todos aquellos que nos rehusamos a vivir en una jungla en la que la ley termina siendo del más fuerte e inescrupuloso.
Hay quienes, en medio de tanta necesidad pero sobre todo perseguidos por una abrumadora desesperación, tienen que recurrir a un juego de apariencias y tergiversación para intentar mostrar que ganan la batalla que saben, está cuesta arriba. Recurren a la desinformación y abundan los ejemplos. António Guterres ratifica a Iván Velásquez y pide que se nombre un adjunto, pero aquí dicen que están a la espera de que Guterres nombre al Jefe de la Comisión porque en “eso quedaron”, y ahora intentan minar el trabajo revocando visas porque saben que la ruta a la cárcel está marcada.
La Corte de Constitucionalidad (CC), por unanimidad resuelve y la gente dice que no era eso lo que querían decir y cuando aclara por mayoría, salen a decir que la CC se extralimitó. Hoy aplauden el socavamiento del Estado de Derecho, pero mañana, cuando algunos invasores digan que no salen de una propiedad porque la orden es ilegal, repararán en las consecuencias de sus actos. Aprueban leyes para intentar callar voces y dicen que es por la modernidad.
Estados Unidos, que pasa por una negra época de su diplomacia, dice que apoya una CICIG reformada y que espera que la ONU y el Gobierno de Guatemala se pongan de acuerdo para la renovación, pero hay quienes dicen que Estados Unidos ya pactó la salida de la CICIG y que el país volverá a la soberanía de la corrupción y la impunidad, aunque los mensajes son claros. Van a la CIA, salen solos y quieren dar la sensación que llegaron “hasta la cocina”.
Hay momentos en la vida en los que es de humanos querer tirar todo a la borda, ver el cielo gris y no estar con mucha ilusión por el futuro, pero bienvenidos al mundo, al ejercicio de la humanidad y al estar vivo porque eso experimentan aquellos que luchan, se atreven y se comprometen. Los corruptos, aunque tienen el fruto de lo que se han robado, solo tienen eso y el sistema para llenarse la vida y en cambio, el que se guía por convicción, anhelo, ilusión y legalidad tiene más que los frutos podridos.