En una increíble pero cierta exposición pública quien se presentó como abogado de Jimmy Morales dijo cínicamente que su cliente está siendo acusado de financiamiento electoral ilícito, y que ese delito no es corrupción. Para quien representa a la persona que dijo que la corrupción es normal, que es parte de la educación de nuestra gente, por supuesto que el que un político le venda el alma al diablo no constituye corrupción porque, sin duda, no tiene noción del significado de ese término.
En el Código Penal no hay ningún capítulo sobre “Delitos de Corrupción” y por lo tanto ni el peculado o la malversación aparecen tipificados de esa manera. Simplemente son delitos, como el de financiamiento electoral ilícito, pero son de los que en su esencia, para cualquiera que no sea tan idiota, es obvio que se trata de casos de corrupción. Bastaría que el “letrado” (obviamente es un decir) acudiera al amansaburros para entender que si un político decide ocultar las fuentes de su financiamiento es porque está ocultando los compromisos adquiridos con sus financistas y que eso le corrompe.
Nadie es tan idiota, o por lo menos nadie debiera serlo, como para suponer que cuando Jimmy dijo que quería seguir aparentando ser un candidato con modestos recursos, pero recibiendo abundante pisto no estaba comprometiéndose con quienes pusieron el dinero para dejarlos seguir operando como dueños del país. Son los mismos que desde siempre han puesto condiciones y reciben todos los privilegios que pueda proporcionar el Estado a cambio de esos recursos que ofrecen a los candidatos que puede ser que no sepan que están vendiendo el alma al diablo, pero pronto verán que el diablo siempre cobra.
Según ese picapleitos (abogado parece mucho decir) quien recibe dinero para campaña de un narcotraficante no es corrupto sino simplemente delincuente. Por medio de él, Jimmy Morales acepta que puede ser delincuente, pero no corrupto, porque eso atenta contra su lema de campaña y jamás aceptará que, por ejemplo, embolsarse un sobresueldo del Ejército fue un acto de corrupción, como lo fue también el usar los fondos de la SAAS para sus lujos y gustos.
Con razón dice en Washington que él es el campeón de la lucha contra la corrupción en Guatemala. Ni modo, si no tiene la menor idea de lo que es corrupción y el abogado que le defiende tampoco tiene noción de lo que eso significa, pero sí tiene el cinismo de ir al Congreso a hablar puras y verdaderas babosadas. Pero si de tal palo tal astilla, de tal cliente tal abogado.