Danilo Santos
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El miedo a veces conmina a ser temerario y si el que lo siente tiene poder, suele caer en la arrogancia.
La mayoría de quienes integran la actual clase política en el Congreso de la República y el Ejecutivo, tiembla de miedo y se refugia en vetustas ideas, prácticas y doctrinas. Buscan parapetos en artículos de la Constitución Política para que nada cambie y conservar las maquinarias electorales intactas y que sus dueños sufran poco si se saltan las normas establecidas.
Es difícil encontrar una grieta en la sólida condensación que ha logrado el pensamiento conservador dominante, la ciudadanía está dividida y los partidos y organizaciones que quieren, con todo derecho, arribar al poder; no han logrado de momento, agruparse con la misma solidez que los ultras de la derecha y quienes tienen la cola machucada (las élites y los serviles ladrones).
Las próximas elecciones no solucionarán los problemas estructurales del país, pero pueden, si se piensa en el mediano y largo plazo; ser la puerta de entrada a las reformas constitucionales que permitan configurar un país que se parezca más a lo que somos y menos a una finca. Lograr un Legislativo robusto en cuanto a la real representación de los intereses de la población, es estratégico. Ese es un paso necesario para una Asamblea Plurinacional.
Esto lo sabe el liderazgo corrupto acostumbrado a la cooptación del Estado, lo dejan ver en sus discursos triunfalistas y ataques furibundos contra la izquierda. O en las desesperadas palabras del Presidente tratando de convencer a los gringos de que las huestes conservadoras sedimentadas en el poder son sus aliadas en la seguridad regional, la migración y el narcotráfico.
El discurso de Morales es simplemente increíble. Si el gobierno de Guatemala actualmente tiene la capacidad de combatir al Estado Islámico, ser un paladín en la lucha contra el narcotráfico y además ha sido capaz de controlar el crimen organizado; no se entiende porqué la percepción de la población es de abandono.
La respuesta a lo interior es aún más inverosímil: la culpa la tiene la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala, Iván Velásquez y la injerencia internacional en la justicia guatemalteca, que, además, está “quebrando la economía del país”. Y, por si fuera poco, arguye que esto afecta los intereses de Estados Unidos en la región. No se puede ser más cínico.
La estrategia está clara y avanza; deshacerse de la CICIG, controlar la Corte de Constitucionalidad y callar al Procurador de Derechos Humanos; el Ministerio Público ya se recató y les es cómodo.
Por si fuera poco, reclama que le cambian “las condiciones” en el Plan para la Prosperidad cada vez que él las cumple. Así que la solución es que le den quince mil millones de dólares para invertir en infraestructura y desarrollo.
Todo lo que dice el Presidente suena a malos chistes contados por un pésimo comediante. La lucha no es solo electoral es contra el sistema. O nos unimos o nos hundimos.