Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Por razones del destino llegué a forjar una fuerte amistad con algunos de los que habían sido mis maestros en la Facultad de Derecho con quienes a lo largo de la vida hemos compartido sueños y esfuerzos por hacer del nuestro un mejor país. De las enseñanzas en las aulas a las otras más profundas que me fueron prodigando en el curso de esa grande y sincera amistad rescato nombres como el de René Villegas Lara, Roderico Segura Trujillo, César Augusto Toledo Peñate, Alfredo Bonatti Lázzari entre tanto maestro brillante en aquellas épocas lejanas. Y uno de esos amigos tan queridos y maestros tan respetado ha sido siempre Jorge Mario García Laguardia a quien el jueves próximo la Universidad de San Carlos le entregará la Medalla Universitaria en el Salón Mario López Larrave de nuestra escuela de derecho en la Ciudad Universitaria, acto al que por motivo de viaje no podré asistir para darle el abrazo fraterno a una de las mentes más brillantes de Guatemala y de las personas más comprometidas en el perpetuo esfuerzo por hacer algo por nuestra Guatemala.

Considero a Jorge Mario un viejo amigo con quien compartimos el gusto por la historia y esa fundamental ciencia del Derecho Constitucional en la que es una de las máximas autoridades no sólo en el país sino a nivel mundial, y su sabiduría ha sido aprovechada por otros países y por organismos internacionales, especialmente en la época en la que el mundo colonial fue generando nuevas naciones tras sus procesos de independencia.

En la Universidad Autónoma de México es reconocido y respetado como un verdadero experto del derecho constitucional, habiendo dedicado varios años de su vida a la enseñanza y a la producción de libros de rico contenido histórico y científico. Platicar con Jorge Mario es uno de esos placeres extraordinarios por esa su forma amena y fácil de comunicar tanto conocimiento sin la pedante actitud que muchas veces adoptan algunos que se sienten genios. Él, siéndolo de verdad, es campechano, bromista y jodón como pocos, lo que hace un deleite cualquier reunión con él.

El tiempo no pasa en vano y todos vamos ya adentrándonos en la tercera edad lo que ha servido para reforzar convicciones y fortalecer amistades. Es gratísimo ver que los sueños de aquella lejana juventud siguen allí, inspirando nuestras vidas y dando sentido a los esfuerzos que, cada día con más dificultad, vamos realizando en nuestro entorno. Este homenaje llega a mi querido amigo y maestro tardíamente, siento yo, luego de que la misma Universidad que tanto le debe le había dado la espalda a él como a tantos viejos a los que desplazaron sin atención a sus méritos enormes. Pero nunca es tarde para rectificar y reconocer los errores por lo que este acto tan justo, tan merecido, también tiene un poco de sabor a desagravio.

A la distancia me tomaré algún jerez o un vinito, justo cuando en la Usac hagan el brindis porque me siento muy honrado de ser un gran amigo de quien fue mi gran maestro.

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