Gladys Monterroso
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“Aquellos que pueden hacerte creer absurdidades, pueden hacerte cometer atrocidades”.
Voltaire
En el país, a diferencia del actual Presidente, los demás lanzan varias veces su candidatura para llegar al ansiado Guacamolón sin programas reales de gobierno, por voluntad del soberano (Nosotros) X o Y, como resultado del antivoto enraizado en nuestra cultura seudopolítica llegan a ejercer el supuesto poder, porque el real visto y comprobado está, otros lo ejercen.
Roxana Baldetti, tanto como su compañero de fórmula Pérez Molina, después de algunos esfuerzos financieros de otros, quienes “invirtieron” como si de una empresa se tratara sus dineros, con el objetivo como en cualquier proyecto mercantil, de obtener fabulosas e ilícitas ganancias, por ejemplo, el caso del agua mágica, en la que como bobos quedamos todos los guatemaltecos, con los avances de la ciencia, es hasta el momento imposible que por medio de una pócima mágica, se limpie un lago que ha sido contaminado constantemente por todo tipo de elementos nocivos.
Este incidente fue uno de los muchos delitos posiblemente cometidos por esta pareja, de aprendices de dictadores, que se creyeron que Guatemala era una monarquía, y ellos los nobles eternos, que podían hacer y deshacer de su reino, y nosotros sus súbditos, lacayos o siervos, dependiendo de lo que aún podían extraernos, y no solamente por medio de los impuestos.
Las estructuras creadas, por este par de impresentables, llevaron al país a extremos impensables, como votar por un desconocido sin conocimiento del quehacer estatal, creyéndose que el hecho de no tener experiencia política, significa no tener experiencia en corrupción; nada más alejado de la realidad, la corrupción se encuentra implícita en muchos seres humanos, como cualquier virus, necesita solamente de un detonante para desarrollarse, y el detonante de la corrupción, para muchos más de los que quisiéramos es el poder.
Darle a un ser humano poder casi ilimitado, ya que debido al altísimo grado de corrupción en la que se embadurna nuestra sociedad, la teoría de los pesos y contrapesos parece no poder aplicarse en el país, por lo que visto está, los diputados hacen de las suyas (nada buenas) con las leyes aprovechando cualquier cortina de humo, como el inacabable conflicto entre el aún Comisionado y el Presidente, mientras toda Guatemala, y hasta en el extranjero se encuentran pendientes de quién va a ganar, como si de un cuadrilátero de lucha libre se tratara, los flamantes diputados hacen todo lo posible por destruir aún más nuestra legislación.
El Ejecutivo, no es precisamente un ejemplo de honradez, casi todo el gobierno en pleno, se llevaría el premio a lo más ineficiente y falto de honestidad e integridad, asemeja un cuerpo acéfalo y en degradación constante, resultado de un sistema creado especialmente para la corrupción en su máxima expresión.
Por todo lo anteriormente expuesto, la sentencia en primer grado de Roxana Baldetti, es un mensaje a la población en general, de lo que no debe hacerse, de lo impropio, y una prueba de la locura que provoca el poder, cuando no es bien ejercido, sumado a ello una pasión insana, se dice que las sentencias no deben ser ejemplarizantes, pero si justas, en el presente caso, a mi parecer cumple con los dos elementos, es necesario un precedente de que la función pública se creó, para servir a la sociedad, no para servirse de ella.
Aunque no sea una condena en firme, ya que puede y seguramente será apelada, es un buen primer paso, para demostrar que la corrupción como acción tiene consecuencias, y una de ellas es la condena, como un resultado jurídico, y como una respuesta a la sociedad.