Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

El tema de la influencia o del poder de las redes sociales –el Internet en términos generales– sobre las actuales democracias en todo el mundo, ya es una cuestión recurrente y en ciertos casos, para muchos, preocupante (no sin cierta razón, dependiendo de la perspectiva). Sin embargo, es necesario entender que si el Internet y las redes sociales existen hoy en día, es porque también existía previamente una necesidad que tan sólo esos medios podían satisfacer (por lo menos de momento y partiendo de la lógica de la necesidad de crear continuamente nuevos y mejores medios o formas de comunicación, o mejorar las ya existentes), ya que la historia misma de la humanidad ha demostrado que los medios de comunicación o difusión van cambiando con el paso del tiempo y de acuerdo a los avances tecnológicos que la misma humanidad produce. Ese fenómeno se ha observado indefectiblemente, de más está decirlo, en los llamados medios tradicionales de comunicación desde su aparecimiento, sean escritos, radiales o televisivos. Y desde esa perspectiva, puede decirse que dichos cambios en el devenir de la vida humana en sociedad es algo normal y lógico de esperar. Por ello, es asimismo lógico pensar que muy probablemente las futuras campañas electorales, incluyendo la que Guatemala tiene prácticamente a la vuelta de la esquina, tendrán lugar en escenarios quizá distintos a los acostumbrados y, en un considerable porcentaje, en medios electrónicos, digitales, alternativos, y por consiguiente, en toda suerte de redes sociales que sería muy difícil y complicado fiscalizar o controlar sin vulnerar el derecho a la libre emisión del pensamiento y probablemente otros derechos humanos y conexos que las ciudadanías de los Estados han ido ganando a pulso con el correr de los años. No obstante, es evidente que las sociedades se toparán, en esos procesos, con problemas relacionados a la ética, la moral y al respeto y aplicación de la ley en el marco de la justicia (por citar algunos tópicos). Y es innegable, en ese sentido, que el Internet y las redes sociales constituyen una parte fundamental de una de las más grandes revoluciones tecnológicas que ha experimentado el mundo en las últimas décadas, pero, como es de esperar, cada etapa o cambio de estos trae consigo sus propias problemáticas que deben ser solucionadas en función del bien colectivo. La seguridad de los usuarios en Internet es de vital importancia; las grandes empresas del ramo trabajan en ello y abordan constantemente el tema, a pesar de la perfectibilidad a la que sus sofisticados sistemas están sometidos en virtud de sus propias falencias y de las capacidades externas a las que ciertamente siguen siendo susceptibles. El derecho de los ciudadanos a su intimidad y privacidad en estos medios es incuestionable y debe ser garantizado, muy a pesar de todo aquello que se vislumbra (y que de hecho, ya se está viendo) vendrá con el inicio del próximo evento eleccionario en el país, que como mencioné líneas arriba, está prácticamente a la vuelta de la esquina.

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