Juan José Narciso Chúa
Guatemala como país subsiste sobre la base de distintas realidades; la más evidente es aquella puramente de la Ciudad de Guatemala, en donde se destacan todos los sucesos que atestiguan el desarrollo; desde el crecimiento del PIB, el avance de las distintas empresas; el empuje de medianas, pequeñas y microempresas, así como también se constata el enorme peso que tiene la informalidad como una válvula de escape para la subsistencia diaria de miles de personas.
También se dan contrastes que evidencian zonas de luminosidad con aquellos otros espacios en donde la carencia de luz es notoria, así como existen franjas intermedias que se encuentran en zonas de penumbra. Este comportamiento también se repite en las zonas que constituyen el área metropolitana del país, en donde subsisten realidades que se desenvuelven en Mixco, Villa Nueva, Escuintla y otras, pero que se encuentran extremadamente vinculadas con la Ciudad de Guatemala, en materia de empleo o de actividad productiva en general.
Mientras tanto, la realidad del campo se encuentra rezagada de lo que ocurre a nivel metropolitano. Es más existen municipios que se encuentran cercanos a la capital, que muestran notorios retrasos en su desarrollo, lo cual implica que la ciudad no ha podido irradiar suficiente crecimiento económico para mejorar las áreas rurales.
Pero lo más serio, son aquellos territorios en donde esta lejanía es aún más notoria. Acá estamos hablando de la vieja dicotomía urbano y rural o ciudad y campo, pero que esta dicotomía hoy merece una discusión más seria, incluso la conceptualización de lo urbano y lo rural debe revisarse, puesto que existen espacios urbanizados con grandes resabios rurales; o bien enormes coberturas rurales con escasa urbanización. Pero en todo caso, más allá de esta distinción, los territorios merecen mayor atención.
Dentro de su espacio geográfico se desarrollan dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales, que demandan mayor atención, principalmente cuando se sabe muy bien que el Estado prácticamente es inexistente en ciertas áreas e incluso municipios, aunque la presencia del mismo tampoco asegura que mejorarían las relaciones sociales en estas áreas, tal como lo ha constatado el agotamiento del modelo de desconcentración del Estado -si es que al mismo se le puede llamar un modelo de gestión-, e igualmente también se ha desfigurado notoriamente el modelo de descentralización. En ambos casos, el deterioro de las instituciones públicas y de las municipalidades, es notable.
El deterioro ambiental en las áreas rurales como producto de la irresponsabilidad de las instituciones públicas que se convierten en sujetos inanimados ante el embate de empresas privadas extractivas han permitido una afectación de la diversidad del país, lo cual atenta contra la provisión de servicios ambientales para el país en general, por lo que se demanda una mirada más escrutadora sobre los territorios, tal como la Universidad Rafael Landívar, el RIMISP y la UCA desarrollarán el día 18 de octubre en el Hotel Hilton de las 8:30 a las 13:00 horas. Asistamos.