Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Despedida para un poeta. Ayer domingo, por la mañana, me enteré de la muerte -física- del poeta guatemalteco Julio Fausto Aguilera, Premio Nacional de Literatura 2002 que a lo largo de su trayectoria publicó más de una decena de libros y formó parte de distintos grupos literarios que difundieron la poesía dentro y fuera de Guatemala. No llegué a conocerlo personalmente, pero sé que el maestro Aguilera vivió sus últimos años en un asilo de ancianos en donde, a pesar de la edad (90 años) y de los quebrantos de salud que le afectaron en los últimos tiempos, seguía manifestando ese profundo amor por las letras que, en más de una ocasión escuché decir que sintió desde sus primeros años como escritor de poesía en su natal Jalapa. Este país necesita más gente de arte, más gente de música, más gente de letras, sin duda, y menos violencia, menos desigualdad y menos corrupción… Buen viaje poeta, su obra se queda para ser leída y disfrutada por muchos, y a usted, sin temor a equivocarme, no faltará quien le extrañe.

¿Ignorancia o distractor? Durante los últimos días se ha escuchado, bastante, acerca de la polémica creada en torno a la probable prohibición de ingreso al país a un grupo de rock sueco (que por cierto, según supe, ya ha brindado conciertos en el país en dos ocasiones anteriores, aunque ahora los músicos se han tornado realmente famosos en Guatemala gracias a tal polémica). He de decir que nunca he escuchado a dicho grupo ni conocía (hasta ahora) de su existencia, razón por la cual no opinaré acerca de su música ni asumiré postura alguna con respecto a lo bueno o malo que se le pueda considerar en cualquier sentido. No obstante, he de decir que ciertamente resulta imposible no reparar en el uso aprovechado que del tema han hecho algunos funcionarios de organismos de Estado, como algunos honorables congresistas a quienes de pronto y como por ensalmo les ha dado por querer prohibir determinados géneros musicales porque según argumentan, resultan una mala influencia para la población. Lo que sea de cada quien. Más allá de la influencia o de los efectos que una u otra clase de música pueda tener en los guatemaltecos y guatemaltecas, lo reprobable en este caso es esa actitud maniquea, aprovechada y fuera de lugar que del tema han hecho, en virtud de que existen en el país verdaderos problemas que deben ser tratados con seriedad en el Hemiciclo Parlamentario, sitio que dicho sea de paso, no es ni el mejor ni el más indicado para vociferar y canturrear trozos de canciones (de cualquier género) como si de profundos temas políticos, económicos o sociales se tratara. Eso, resulta deplorable y no se justifica, a menos que sea producto de la ignorancia o que esté siendo utilizado como distractor para restar atención a asuntos mucho más serios y trascendentales que quizá puedan estar ocurriendo en el país, como es muy probable.

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