Roberto Árias
Los guatemaltecos están ávidos de tener un presidente con el perfil más cercano que se pueda al más grande y excelso presidente de la República que probablemente hubo en Guatemala, el doctor Juan José Arévalo Bermejo, quien a vista de pájaro puede verse que fue un estadista sin igual, honesto, honrado y un caballero a carta cabal, como la clase de personas que criaban en el área del departamento de Santa Rosa y en casi toda Guatemala en esas épocas. Él era de Taxisco, tierra de producción, al igual que Chiquimulilla, Cuilapa, Guazacapán y demás municipios.
Los guatemaltecos quisieran fervientemente que ese deseo se hiciera realidad: Tener un superpresidente en Guatemala que arreglara con magia todos los problemas que existen en este nuestro doliente y descompuesto país, pero… he allí el pero:
¿Cree usted que los guatemaltecos, con un presidente así, dejarían de ir a comprar mercadería del contrabando abierto, en las 19, 20, 21 y 22 calles entre Avenida del Cementerio y 5ª. avenida zona 1 y acabaría la corrupción dentro de esos mismos ciudadanos?
¿Cree usted que las mafias de gasolina atadas a quienes operan los semáforos, trabando el tráfico, bajarían los precios para no seguir extorsionando a la población con esas trabazones?
¿Cree usted que los gringos dejarían de consumir la droga que ellos mismos fomentan, usando las rutas del tráfico a través de nuestro país?
¿Cree usted que dejarían los guatemaltecos de robar acumuladores, tapones de ruedas, símbolos de marcas, etc. de los automóviles estacionados en la calle?
¿Cree usted que la gente dejaría de botar la basura en la calle?
¿Cree usted que los políticos e industriales cambiarían para ver por el bien común y no el propio?
¿Cree usted que la iniciativa privada pagaría mejores salarios; que todos los guatemaltecos estarían inscritos en el IGSS y éste daría mejor servicio a sus pacientes?
¿Cree usted que los mareros irían a la escuela, con un “buen” presidente?
¿Cree usted que todos los comerciantes, mecánicos, plomeros, carpinteros, etc., etc., serían justos, considerados y éticos en su diario actuar con respecto al trato con sus clientes?
¿Cree usted que la mayoría de los tripulantes de motocicletas cambiarían su abuso y estupidez para manejar sus aparatos de muerte o, los asaltantes dejarían de asaltar?
¿Cree usted que con un “buen” presidente el pueblo de Guatemala retomaría los valores que nuestros ancestros conservaron cuando este era un país de gente, quizás menos letrada que hoy, pero altamente respetuosa de su prójimo y de lo ajeno?
En última instancia, quizás podríamos cambiar la Constitución para importar a un presidente del Japón, porque los presidentes guatemaltecos son emanados de esta misma sociedad. Entonces… ¿Qué esperamos?
Únicamente puedo afirmar, estimado lector, que si usted y yo, y los demás guatemaltecos no cambiamos y retomamos los antiguos valores morales y espirituales, aunque regresaran diez Arévalos a gobernar Guatemala seguiría a la debacle.
Ya vienen las elecciones y recordemos: Un presidente no cambia a un pueblo. Sólo lo preside.