Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

Cuando Adolfo Hitler “anexó” Austria y tomó los sudetes (1938), el resto de europeos titubearon. Para algunos, con esas conquistas el Führer se iba a quedar tranquilo. ¡Ingenuos! Los otros temieron lo peor; al confirmar la pasividad de los pacifistas de Europa, Hitler sabía que podía avanzar. Por lo mismo, Francia e Inglaterra advirtieron que si invadía el oeste le declararían la guerra. ¿Qué hizo Hitler? El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán lanza la guerra relámpago (blitzkrieg) e invade Polonia. Cruzó su Rubicón. La actitud intransigente de todos los actores no dejaba espacio para medias tintas, era la declaración de una guerra muy cruel y costosa. El mundo se sumergió en sombras tenebrosas por 5 largos años.

Hay escenarios en que las posiciones extremas precipitan un desenlace fatal. En nuestra Guatemala de hoy, se demarcan cada vez los polos opuestos. Por un lado, el Ejecutivo y los ministros de Gobernación y Relaciones Exteriores declararon que no iban a acatar órdenes de la Corte de Constitucionalidad que fueran ilegales. Por su parte el MP y CICIG han manifestado que de no cumplir con dichas resoluciones se iniciarían procesos penales. Por afuera la mayoría repite que esa situación provocaría un Golpe de Estado técnico.

En ese ambiente tenso, de aire enrarecido, vientos huracanados, la CC ha resuelto los amparos provisionales. En mi opinión la resolución ha sido atinada, no por sus méritos jurídicos ni por su depurada técnica. ¡No! Creo que los magistrados han detectado la grave amenaza de una implosión y han emitido un auto que más parece salido del puño de un diplomático que de un jurisconsulto. En efecto, no aborda la solicitud medular del amparo sino que sale por la tangente. Una resolución perteneciente al género de “gallo-gallina”, pero por razones atendibles. A ello se debe la unanimidad de los votos.

En el fondo lo que hace la CC es levantar una bandera blanca. Es un llamado a la reflexión, conscientes del choque frontal de trenes que se vendría. Después de todo la función “esencial” de la CC no es resolver amparos (que sí le corresponde) sino que la defensa del orden constitucional (Artículo 268 de la Constitución). En ese contexto ha emitido dicha resolución que tiene muchos defectos de estilo (no tiene congruencia respecto de lo solicitado) pero, conforme su función “esencial”, se permiten esos “quiebres”, esas licencias.

Entre líneas deben leerse dos claros mensajes: a) al gobierno, que abra las negociaciones “hasta agotarlas”, conforme al artículo 12 del Acuerdo y mientras pasan días baja la tensión; b) a la ONU, que cambie al comisionado por otro comisionado “o comisionada”. Solo cuando se agoten las negociaciones se conocerá sobre el ingreso del Comisionado. En esa misma línea Guterres ha llamado a “las negociaciones”.

Que no obnubile la ceguera del Sha Mohamed del imperio Corasmio que ejecutó a los tres emisarios de Gengis. “Tu escogiste la guerra” fue la terrible respuesta del Khan. Lo que siguió fue pavoroso. Por el bien de Guatemala ojalá se atiendan las banderas blancas.

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