Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El artículo 182 de la Constitución Política de la República de Guatemala ordena, no faculta, que el Presidente de la República vele “por los intereses de toda la población de la República” y la decisión que tomó el viernes para no prorrogar el mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad no fue más que por su interés personal por estar siendo investigado por el delito de financiamiento electoral ilícito; pretende protegerse él y proteger a todos los que han sido acusados de corrupción. Los inquilinos del Zavala, entre otros, están felices pensando que si la CICIG ya no litiga en su contra, todos los casos empezarán a caer uno tras otro y desde Pérez Molina y Baldetti hasta los prófugos Sinibaldi y Archila, para citar a unos pocos, podrán volver a sus andadas como si nada hubiera pasado.
No se quiere aceptar que Guatemala se ha estancado por la corrupción que se convirtió en el eje de toda la función pública, abandonando los fines esenciales del Estado, generando más pobreza y desazón entre los guatemaltecos que, carentes de esperanza, han tenido que ver en la migración su única salida. La lucha contra la corrupción no destruyó las carreteras, ni acabó con el sistema educativo que apenas se centra en tener contento a Joviel Acevedo y su gente. No digamos el sistema de salud que sirve para que sucesivos ministros de la cartera se hagan millonarios con las ya célebres operaciones de compra para el abastecimiento de la red hospitalaria.
Y mientras sigamos generando más pobreza seguiremos enviando más migrantes a los que se pueden sumar fácilmente algunos terroristas que obtienen documentos falsos que circulan con toda facilidad y pueden hacer que aparezca como nacido en Guatemala e hijo de padres guatemaltecos a cualquier extranjero, ruso o de donde sea, lo que se convierte en un riesgo para la seguridad de todo el mundo, no sólo de Estados Unidos, a donde pueden viajar personas con pasaportes emitidos con documentos falsos, como lo hizo Roberto Barreda de León en tiempos de Degenhart.
En tiempos de corrupción global, donde hasta en los países más grandes del mundo se ve la influencia de grupos de pícaros en las más altas esferas, es comprensible que la lucha en nuestro país parezca cuesta arriba, pero no podemos ni debemos ceder frente al descarado desplante de fuerza que se está haciendo con esa persistente circulación de vehículos artillados que donó Estados Unidos y que tripulan personas con uniforme de la Policía Nacional Civil pero que tienen entrenamiento militar, con la intención de amedrentar a la población y advertirle que usarán la fuerza si se organizan y muestran públicamente.
Lo intentado el viernes fue un Serranazo y aunque no tuvieron la capacidad de darlo en forma plena, prepara el camino para el manotazo planeado en contra de la Corte de Constitucionalidad a la que quieren descabezar, aunque eso claramente se convierta en un Golpe de Estado, simple y llanamente, porque rompe el orden establecido por la Constitución.
En claro conflicto de intereses, el presidente Morales se está llevando a Guatemala de corbata.