Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Debido a mis actividades laborales me ha tocado viajar desde hace algunos años a distintas ciudades de Latinoamérica, donde he tenido la oportunidad de utilizar tanto el servicio de taxi como Uber, siendo este último mi preferido por mucho. Ambos servicios (taxi y Uber) los he utilizado también con mucha frecuencia aquí en Guatemala, siendo así que ya tenía la aplicación de Uber en mi teléfono antes de que iniciaran aquí sus operaciones.

En vista de las manifestaciones de rechazo hacia Uber que efectuaron los taxistas el lunes pasado comparto algunas observaciones con respecto de ambos servicios.

Los taxis normalmente no pertenecen al conductor, sino que a un tercero que adquirió el carro, tramitó los permisos para utilizar el vehículo como taxi en la Municipalidad, y lo alquila al conductor del taxi, con cuotas que van de doscientos a trescientos cincuenta quetzales diarios aproximadamente, esto sin incluir la gasolina que corre por cuenta del mismo conductor. Este modelo de rentar el taxi a un tercero tiene serias desventajas ante el modelo de Uber. Como el taxi no pertenece al conductor, él difícilmente mantiene limpio el vehículo, su aspecto personal igual es descuidado, no respeta las normas de tránsito ya que seguramente no pagará las multas, las tarifas son mayores al tener que pagar un alto costo diario por “alquilar” el vehículo y casi nunca dan factura (se mantienen en la informalidad). Y la mayor debilidad del modelo, es que el usuario no tiene ninguna forma de manifestar su inconformidad con el servicio prestado.

Con el modelo de Uber, en cambio, al ser generalmente el dueño del vehículo quien lo conduce, presta un mejor servicio, los automóviles generalmente los mantienen muy limpios (siempre hay alguna excepción), los modelos son recientes por requisito de la misma casa matriz, uno puede ver su tarifa desde antes de aceptarla, el conductor casi siempre respeta las señales de tránsito, las vías y no se pelea con otro o con un bus por ganar una carrera. El pago se realiza con tarjeta de crédito, por lo que uno no tiene que llevar efectivo y esperar vuelto, si lo tienen, sino que se paga la cantidad pactada automáticamente y uno lo puede verificar después en su estado de cuenta. Y lo mejor del sistema es que el pasajero puede calificar de forma detallada el servicio prestado por el piloto. Si es alta la evaluación, puede dar reconocimientos adicionales, y si es baja, se pregunta de forma detallada el porqué de dicha calificación. Esto motiva al conductor a tener su carro nítido y a prestar un excelente servicio siempre.

Entiendo las preocupaciones de los taxistas y el porqué de sus protestas contra Uber, no hay peor sentimiento que la impotencia de no poder llevar el sustento diario a su casa, máxime con la actual situación económica.

Una solución viable podría ser que las municipalidades desarrollen aplicaciones como las de Uber, y apoyen en conjunto con bancos del sistema a los taxistas para que dejen sus unidades y puedan financiar automóviles propios, nuevos, que se puedan utilizar como transporte colectivo de igual forma que funciona Uber. De esta forma ganarían todos, ya que las municipalidades pueden generar ingresos adicionales que pueden destinar a mantenimiento de la red vial del municipio y los taxistas mejorarían sus ingresos y prestarían un mejor servicio al usuario. Todos ganamos.

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