Oscar Clemente Marroquín
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La historia demuestra que mientras más mediocre es alguien que llega al poder más se embriaga ante esa pasajera situación en que el destino le ha colocado. Los grandes estadistas se caracterizaron siempre por saber manejar esas situaciones y los verdaderamente poderosos no necesitaron nunca de esas muestras externas que tanto gustan a los otros, a los que necesitan hacer ostentación de sus cargos para sentirse en realidad importantes.
Y en este gobierno, donde los mediocres son los mejores, es natural que veamos cómo a todos se les sube el poder a la cabeza y dan muestras de lo que les fascina hacer ostentación de el. Ayer el Presidente dio muestras de su desconocimiento del sentido de una elección popular cuando, repudiando la solicitud de antejuicio que en su contra presentó la misma Fiscal General que él nombró, sostuvo que habiendo sido electo en forma popular y transparente él se encuentra inmune. La elección aquí se ha tomado siempre como un cheque en blanco para que el electo haga lo que se le ronque la gana sin necesidad de rendir cuentas a nadie, pero eso es una aberración de la democracia porque los funcionarios electos popularmente tienen un mandato que deben cumplir y una ley que deben observar de manera ejemplar.
Vimos cómo un médico que ha sido eterno burócrata, viviendo siempre de la teta del Estado sin producir nada extraordinario, arremete contra sus colegas que están reclamando una dignificación acorde con lo que el Estado ha hecho con otros trabajadores del sector público a los que les otorgan salarios e incrementos escandalosos. Y los trata peor que si fueran sus peones sin recordar que él fue un doctor que en lo privado no pasó de zope a gavilán y que tuvo que depender de sus conectes políticos para mantener el hueso.
Por supuesto que no se pueden pedir peras al olmo y ni el Presidente ni sus ministros que se dejan acarrear tienen la calidad como para hacer buen uso del poder y entender sus limitaciones. Una investigación criminal no puede considerarse como un atentado contra la democracia ni contra la gobernabilidad como dicen algunos paniaguados del señor Morales que se aferran a la peregrina idea de que la acusación es un plan desestabilizador en su contra. Un crimen es siempre crimen y si es cometido por un funcionario de alto nivel, debe responder legalmente por lo hecho, sin que su poder efímero impida la aplicación de la ley.
Se emborrachan de poder todos los días desplazándose en larguísimas caravanas que hacen ostentosas comitivas para que la ciudadanía los vea pasar como si fueran la octava maravilla del mundo, sin entender que todo ello terminará dentro de muy poco y volverán a su pobre origen por mucho que sea el pisto que puedan amasar durante su desempeño como inútiles servidores públicos.
Viviendo bajo el gobierno más inepto de la historia del país, lo cual es trágicamente mucho decir, no debe sorprender la arrogancia y prepotencia de que hacen gala. Pero recordemos que no es culpa del perico sino de quien le enseña a hablar y en este caso no es culpa de los mediocres sino del pueblo que los encumbró.