Carlos Figueroa Ibarra
He estado en estos últimos días en mi patria de origen, Guatemala. Después de impartir un breve seminario sobre teoría de la violencia en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, me he dedicado junto a Isaac Montoya, mi compañero del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, a impartir conferencias acerca de dicho partido-movimiento y su camino hacia la victoria en México. Hemos tenido el honor, Isaac y yo, de ser invitados por diversas organizaciones e instituciones para hablar de la exitosa experiencia del movimiento político y social que ha llevado a la Presidencia de México a Andrés Manuel López Obrador. Entre dichas organizaciones, se encuentra el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca). Al recibir la publicidad de los eventos, una querida amiga me ha escrito que le interesará conocer mi opinión sobre dicha organización, porque para algunos sectores sociales, sus integrantes “son el diablo”. En efecto, mis queridos amigos de la derecha no han vacilado en expresarme su aversión a Codeca: son unos delincuentes porque se roban la energía eléctrica y luego se la cobran a los campesinos que forman parte de su base social. Además, desquician la vida de los ciudadanos de bien con bloqueos de carreteras y manifestaciones en la capital del país. Puede agregarse otro ataque: además de los millones de quetzales que reciben por el cobro de energía eléctrica robada, la cooperación sueca les da otra millonada de dinero para financiar sus delincuenciales actividades.
La satanización de Codeca y su proyecto político forma parte de la rutina de la derecha para con respecto a quienes advierte pueden ser sus enemigos más amenazantes. En los próximos meses, conforme se inicie el calendario electoral para 2019, observaremos esta satanización en aumento. A esta satanización se agregará Thelma Aldana y su potencial capitalización del descontento ciudadano con respecto a la corrupción. En lo que se refiere a Codeca puede afirmarse que es falso que robe energía eléctrica y más falso que se la cobre a los que reciben esa energía supuestamente robada. Lo que sucede es que hay cientos de miles de pobladores rurales que son víctimas de cobros abusivos y precios elevados en un privatizado servicio de energía eléctrica. El colgarse de los cables de energía eléctrica para evitar esos cobros abusivos es una forma de resistencia ante las consecuencias de la transformación en negocio privado de un servicio público. Codeca sí ha propiciado asistencia jurídica a los que han hecho dicha resistencia y, además, los ha organizado. Y con respecto a la millonaria ayuda sueca, no es más que una leyenda urbana. Lo que es innegable es la existencia de bloqueos de carretera y manifestaciones desquiciantes, recursos inevitables ante la indiferencia oficial a sus demandas.
El partido político que está organizando Codeca camina con buen paso. Juntaron con facilidad el número de firmas para convertirse en comité proformación de partido político. Y en apenas dos días realizaron asambleas, algunas de ellas con cientos de asistentes, para elegir comités municipales en 128 municipios de los 340 que tiene Guatemala. El Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) es hoy una palpitante realidad. No es casualidad que Codeca-MLP haya sufrido 36 asesinatos, seis de ellos entre mayo y julio del presente año. Acaso estemos observando la gestación de una fuerza plebeya que tanta falta hace en Guatemala. Yo hago votos para que esto sea así.