Víctor Ferrigno F.
Ayer, las redes publicaron una entrevista del medio “Así es mi gente” al mañoso e ignorante politiquero Felipao Alejos, que declaró en Washington que viajó para interponer una denuncia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte- IDH), porque Thelma Aldana e Iván Velásquez violaron sus derechos, al ligarlo al Caso Traficantes de Influencias.
El ignorante de Felipao, a pesar de haber sido varios años cónsul de Guatemala en EE. UU., no se ha enterado que la sede de la citada Corte está en San José, Costa Rica, y que solo los Estados miembros de la OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pueden presentar casos ante ese órgano jurisdiccional hemisférico.
Oyendo las cantinflescas declaraciones de Felipao, recordé una frase genial de Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo».
Sindicado desde inicios de año de tráfico de influencias y cohecho activo, Felipao ha recurrido al litigio malicioso para frenar el proceso, interponiendo seis recusaciones y cuanta maniobra sus abogados le aconsejan y cobran, a fin de evitar que se le despoje de su inmunidad y se le investigue.
Posiblemente Felipao fue a la CIDH, la cual sí tiene sede en Washington, donde hará el ridículo, pues las causales que alega no son válidas para recurrir al órgano hemisférico. El 20 de agosto, esta Comisión otorgó medidas cautelares a favor de niños y niñas migrantes que fueron separados de sus familias como resultado de la política del presidente Donald Trump. De ellos, quedan presos 2 mil 274 infantes guatemaltecos.
Lo que da cólera, es que ni Felipao en Washington, ni la caterva de politicastros que pastan en el Hemiciclo (salvo excepciones) se ocupen de dos problemas urgentes: la hambruna que ya desató la sequía en el corredor seco, y las graves vejaciones que sufren los niños y niñas detenidos en EE. UU., que incluyen violaciones sexuales y muerte. Me referiré al segundo, que es efecto de la hambruna histórica.
A pesar de los bombos y platillos del “Plan para la Prosperidad del Triángulo Norte de C. A.” el número de niños migrantes va en aumento, porque en Guatemala no encuentran ni comida ni seguridad, no digamos escuela, salud y futuro digno.
El número de menores guatemaltecos que ha llegado hasta la frontera sur de EE. UU. duplica al de hondureños y mexicanos, y quintuplica al de salvadoreños. Desde octubre del 2017 a julio del 2018, la Patrulla Fronteriza ha interceptado a 19 mil 200 niños guatemaltecos sin parientes en la frontera, y ha detenido a 37 mil 226 grupos familiares, integrados por uno de los progenitores con uno o más niños.
El 60% de los menores deportados son oriundos de Quiché, San Marcos o Huehuetenango, por lo que ya se sabe dónde impulsar los programas de desarrollo y reducir la emigración. Esa debiera ser la tarea de los inútiles congresistas.
Meriee Juárez, una niña guatemalteca de 18 meses, que migró junto a su madre en marzo pasado, falleció tres meses después por una enfermedad que no fue atendida adecuadamente, en el centro de detención del Servicio de Inmigración y Aduanas, recién denunció la firma de abogados que litiga el caso. Mientras, en el centro de detención de Arizona, un guardia de seguridad fue detenido por abusar sexualmente de una menor guatemalteca de 14 años.
Actualmente podemos salir de unos 76 politiqueros miserables del Congreso (48%), si nos movilizamos y presionamos para evitar que modifiquen la ley que prohíbe el transfuguismo, pues ya no podrán reelegirse por haberse cambiado de partido, o porque éste fue cancelado. ¡Ahora es cuándo!