Eduardo Blandón
Con la integración de la Comisión Pesquisidora que indagará sobre las diligencias para eliminar la inmunidad al presidente Jimmy Morales, estrenamos un nuevo capítulo del drama guatemalteco que insiste en la misma escena desde que la CICIG opera en el país: intentar llevar a prisión a los actores políticos y económicos que han medrado a costa del erario nacional.
Se esperaría que los cinco diputados, que dicen ser objetivos, correctos y transparentes, emitan un informe que recomiende si el Presidente, señalado por financiamiento electoral ilícito, debe o no ser investigado. Luego, el Legislativo en pleno deberá declarar con lugar o no el antejuicio contra Morales, para lo que se necesitará 105 votos.
No debemos esperar demasiado porque las condiciones no están dadas para tan colosal hazaña. Se anticipa que los diputados repitan el mismo guion del 25 de agosto del año pasado, protegiendo una vez más al gobernante, dejando sin lugar la solicitud del Ministerio Público y la CICIG.
Podría percibirse como una batalla perdida en contra de la impunidad, y lo es de alguna forma. Sin embargo, aunque en el plano estrictamente objetivo parezca lo nuestro una condena al mejor estilo de Sísifo, el triunfo moral que conlleva la posibilidad de no cejar en la lucha contra el latrocinio para incomodar a los corruptos, es una victoria no de poca monta.
La CICIG tiene mucho que ver con esto. Y si bien es cierto es una prótesis incómoda para los afectados y la crítica suspicaz, debemos sacar provecho de la estructura para aprender a caminar por nosotros mismos. “No los necesitamos”, dicen algunos, pero la historia dice lo contrario. Hay un “parteaguas” enorme que marca un antes y después de la llegada de esa organización a nuestro país.
Nos queda mucho por hacer. No debemos conformarnos con mini victorias, consolándonos con eso de, “lo intentamos, pero no se pudo” o “dimos la lucha, pero será hasta la próxima”. Vivimos en plena batalla campal contra un adversario voraz, organizado y acostumbrado a dar batalla. Quizá no nos hemos dado cuenta y por eso prestamos oídos a los que hablan de intervención extranjera, nacionalismos y demás pamplinas. Tenemos que cruzar el Rubicón y unirnos para el bien de Guatemala… ya vamos tarde.