Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“Es tan arriesgado creerlo todo como no creer nada.” Denis Diderot

El Papa Francisco representó una bocana de aire puro a la Iglesia Católica, una Iglesia históricamente muy poderosa, pero tradicional y conservadora como la que más, desplazada en los últimos años por la Evangélica en muchas partes del mundo, entre las que se incluye a Guatemala, aun así, sigue conservando un gran poder social, cultural y político.

La Iglesia como institución necesitaba un Papa atípico, en el que confluyeran todos los elementos de los últimos pontífices más importantes, pero con un aire de modernidad y desenfado propios del siglo XXI, sumado al pensamiento religioso institucional de la Iglesia.

Si la Iglesia en general existe, es como consecuencia de la necesidad de creer que existe una fuerza superior que nos ayuda a vivir y sobrevivir espiritualmente, para los que creemos que el ser humano no es solo masa corporal, huesos y un poco más.

Con franqueza he de confesar, que no entiendo aún porqué los sacerdotes no se pueden casar, si San Pedro, considerado el primer Papa y los mismos apóstoles eran hombres casados, y no por eso fueron considerados pecadores, o en su defecto defenestrados, tomando en cuenta que a San Pedro se le conoce como el primer Papa, los principios de la actual Iglesia fueron diferentes a lo que hoy conocemos.

Regresando a la noticia que dio origen al presente, el arzobispo Carlo Maria Viganò, exembajador del Vaticano en Estados Unidos, acusó en una carta al Papa Francisco de anular las sanciones contra el Cardenal Theodore McCarrick, a pesar de las acusaciones de abuso sexual contra seminaristas, especialmente contra uno, al que incluso se le ha pedido perdón, por parte de autoridades religiosas estadounidenses.

Analizando la noticia, aunque se puede observar cierto amarillismo por parte de Viganò, no por ello significa que no existan los delitos sexuales, en los que se involucre directamente a representantes de la Iglesia Católica, ¿Por qué está más que otras? Existen muchas probables respuestas, como por ejemplo que es una de las más poderosas, o que el problema deriva del celibato obligado, y muchas más razones se podrán invocar.

Lo cierto es que la misma, al ser una institución históricamente poderosa, en un momento del tiempo en el que caen los grandes dinosaurios culturales, se ve golpeada de alguna forma por los errores ¿u horrores? de muchos de sus hijos más significativos o no, si sumamos que los mismos han gozado de todos los tesoros a los que puede aspirar el ser humano común, como lo son el dinero y poder que les ha acompañado siempre.

¿Existió omisión en el actuar del Papa Francisco? La grave omisión del Papa, es no pronunciarse inmediatamente ante las acusaciones que por ser contra él, salpican a una Iglesia cuestionada por su pasado y su presente, que él ha venido a renovar, cuya renovación viene acompañada de la aceptación de los errores y horrores cometidos, con la confianza que los mismos no se repetirán, porque no puede resurgir algo, con los vicios de siempre.

Ha corrido mucha información internacional, al hacerse pública la última denuncia en contra de un representante obligado a mantener un comportamiento acorde a los postulados de la Iglesia, información que salpica al Papa, acusado de conocer desde hace cinco años lo sucedido, y guardar silencio, aunque Viganò, el denunciante no aporta prueba alguna de que sea cierta su delación, en medio del problema queda el Papa como la autoridad de mayor jerarquía en la Iglesia Católica, con el enorme peso de sobrevivir en un momento de cambios estructurales en la sociedad.

Derivado de las notas que han circulado posterior al anuncio, aunque no se aporten pruebas, queda una Iglesia cuestionada, más por su pasado que por su presente, ya que los hechos denunciados no son precisamente aislados, por tratarse de una institución señalada constantemente de cualquiera de los males que aquejan a la sociedad, y que dentro de su deber se encuentra el dar ejemplo de moral, la cuestión se torna complicada.

Los sacerdotes son humanos, y como humanos deben responder, ante un mundo de iguales, si no se consideran como tales, deben ganarse un espacio de desiguales en una sociedad que busca en la oscuridad la transparencia.

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