Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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Me duele utilizar como titular esta expresión porque en nuestro país tenemos todo cuanto requiere una nación con deseos de ir hacia adelante, de progresar, de mejorar, ya fuera evolucionando o revolucionando nuestro sistema político. Otros países con malas condiciones ambientales o naturales están en vías de desarrollo o ya lo son, ocupando primeros lugares en diversos campos. En cambio, a todos consta la innumerable cantidad de comentarios negativos sobre las pobres y tristes condiciones de nuestros servicios públicos, entre ellos, los que presta el Aeropuerto Internacional La Aurora, en donde se exhibe lo que no debe hacerse con las instalaciones propiedad del Estado que provocan con el paso del tiempo deplorables condiciones.

Ya no le doy importancia a si estamos en la lista de clasificaciones aeroportuarias con el número uno, el dos o el catorce. Lo que realmente vale e importa tener en cuenta es el lugar en donde físicamente está situado, si sus condiciones son propicias para el aterrizaje o despegue de los aviones cada vez más grandes y sofisticados; si sus pistas y vías laterales son las adecuadas conforme a las normas internacionales y que sus instalaciones para la carga, descarga y almacenaje de equipaje y mercadería sean óptimas para los pasajeros y usuarios, no digamos el acondicionamiento de las instalaciones de confort, recepción y salida de los pasajeros.

Por los años que llevo encima todavía recuerdo el bonito edificio del aeropuerto que antes teníamos al otro lado del actual, cuando los motores de los aviones no eran “propulsión a chorro” como les llamábamos entonces. Era grande, cómodo, bien montado, funcional y sobre todo se mantenía extremadamente limpio y bien cuidado. A los pasajeros se les daba la bienvenida en salas de espera cómodas y para los patojos que llegábamos a acompañar o recibir a los viajeros era motivo de especial atracción subir y bajar las escaleras hacia el segundo nivel, en donde podíamos ver la llegada y salida de las aeronaves.

Hoy, por caminar como el cangrejo ocurre lo contrario. A quienes van a despedir o recibir a los viajeros se les trata como apestados; el servicio de limpieza no se ve por ninguna parte, las comodidades de las salas de espera se perdieron totalmente y los servicios sanitarios emanan olores inaguantables. Por lo que he visto en otro países, la privatización de los servicios ha sido una buena solución alternativa ante la clara y evidente mala administración que caracteriza a los gobiernos centrales, sin embargo, creo que si en verdad tuviéramos una buena organización y administración para dar un buen servicio pudiera estar entre los mejores del mundo, sin contar el precioso paisaje que lo circunda.

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