Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

El sábado recién pasado, conversando con un grupo de amigos y amigas a quienes tengo en muy alta estima, surgió en la charla un tema que a todos los presentes (asumo) nos hizo pensar y reflexionar en varias realidades con las que hoy día lamentablemente conviven muchas niñas y adolescentes en el país, particularmente una muy preocupante y sintomática: los embarazos en menores de edad. Me dispuse, por lo tanto y motivado por la conversación, a indagar un poco más acerca del asunto para escribir este breve texto. Lo que encontré fueron datos alarmantes y verdaderamente preocupantes de cara al presente y futuro de miles de niñas y jovencitas guatemaltecas. Según datos del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS); del Registro Nacional de las Personas (Renap) y del Observatorio en Salud Reproductiva (OSAR), tan sólo de enero a junio de este año se han registrado un total de 25 mil 402 embarazos en menores comprendidas entre las edades de diez y los diecisiete años, inclusive (contabilización propia con datos obtenidos en: https://osarguatemala.org/embarazo/), siendo 417 de esos embarazos, de niñas cuyas edades van de los 10 a los 13 años; algo realmente inaceptable y repudiable en virtud de que pone de manifiesto no sólo el hecho del embarazo en sí (algo que no debiera ocurrir, por múltiples razones que sería ocioso mencionar o enumerar), sino porque adicionalmente desnuda una serie de actos delictivos que se dan en el entorno de las niñas y adolescentes y que debieran ser denunciados, perseguidos y llevados ante la justicia, puesto que involucran, las más de las veces, violaciones y abuso infanto-juvenil reiterado cuyas consecuencias no siempre son solamente el embarazo de la niña o adolescente abusada (que ya es mucho decir) sino que además pone de manifiesto aberraciones y problemas culturales y educativos serios, dado que -no generalizo, pero- en un considerable número de casos, el abusador es un familiar o amigo cercano a la víctima, lo cual agrava la problemática puesto que muchas veces eso suele convertirse en óbice para la realización de la denuncia y la persecución del delito. Es evidente que las políticas públicas en materia de salud y educación (entre otras) tienen serias falencias en la temática, no han sido eficientes ni eficaces para contrarrestar o disminuir esos índices que sencillamente no debieran existir y que cambian la vida de muchas menores de edad antes de tiempo y para siempre, además de factores psicológicos, económicos y de salud que se suman y que aunque parezca frívolo mencionar, tienen incidencia directa en su psique y en su cuerpo. Conocer la existencia de la problemática y los datos estadísticos de los alcances que actualmente dicha situación tiene es importante -por supuesto-, pero no sirve de nada ni basta si no se hace algo al respecto. Es urgente hacer algo para evitar que se repitan o se incrementen, año tras año, las cifras de niños dados a luz por niñas.

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