Danilo Santos
Politólogo
Cuando creíamos que al fin salíamos de las épocas más oscuras en Guatemala, contemplamos nuevamente el asalto de las gárgolas en los escenarios de la política intentando retomar el cauce del burdo nacionalismo. A fuerza de vociferar sus miedos, han recompuesto posiciones, afilado discursos de odio y revivido el enfrentamiento entre nosotros.
A falta de farándula, los medios de comunicación se solazan en el seguimiento de impresentables personajes que se especializan en sembrar inquina.
Tanto en el Congreso de la República como en el Ejecutivo, las instituciones encargadas de impartir justicia como en las de ser rectoras en lo electoral; el protagonismo de los paladines de la injusticia, reciben el favor de una desmedida atención que lo único que logra es servir de plataforma para ideas anacrónicas de lo que debería ser la patria del criollo.
Los impresentables “neoemelenistas” hablan de victorias electorales pasadas y de batallas por venir en ese campo. Argumentan que estar contra de la corrupción es sinónimo de estar adoctrinado por los ideales socialistas. Despotrican contra un extranjero que solo hace su trabajo. Critican a la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala y emparejan la lucha contra los impunes aparatos del Estado, con una supuesta politización de la justicia. Mienten, y hay que decirlo abiertamente. Mienten.
No será solamente en lo electoral en donde se resolverán los problemas de la realidad nacional, ese es solo uno de los espacios que hay que reconfigurar para obtener resultados distintos a lo vulgar que resulta ser la clase política de hoy. Lo que les cimbra hasta la última de sus conservadoras moléculas, es que cada vez más, la sociedad guatemalteca se da cuenta de cómo han engordado sus carteras de manera corrupta, mientras el pueblo se moría y se muere de hambre, enfermedad y olvido.
Su hipocresía no tiene parangón; antes, se arrastraban bajo las botas militares estadounidenses, bajo el ideario gringo. Ahora, han sido capaces de enfrentar embajadores norteamericanos, hablar estupideces como la de que Estados Unidos quiere imponer el socialismo en Guatemala. Su desesperación les hace rayar en el delirio. Ya ni los canchitos los quieren. Menos nosotros.
No importa cuánto intenten detener el avance de la historia sin ustedes como protagonistas, no podrán. Hemos crecido mucho en los últimos cuarenta años. Las juventudes resultan ser el ejemplo de ello. Su pensamiento es cada vez más crítico, y no serán los fantasmas comunistas los que impulsen el país a otro estadio, serán las nuevas generaciones que cada vez tienen más conciencia de que la equidad y la transformación sociocultural son indispensables para rediseñar el ideario nacional, las reglas de convivencia y la manera en que nos planteamos alcanzar el buen vivir.
Mujeres, indígenas, campesinos y juventud, terminarán por hacernos olvidar a las gárgolas que nos halan hacia el pasado y llevarán al país hacia un futuro civilizado. Su voz es propia, no deviene de idearios pasados ni emulan corrientes a pie puntillas. Son conscientes de sí mismas y su palabra es la palabra que ha de ser escuchada.