Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

La próxima campaña electoral será la mayor oportunidad de la ciudadanía para generar un verdadero cambio en la política y en la forma de hacer gobierno en el país. Luego de las protestas del 2015 que terminaron con la renuncia y posterior enjuiciamiento a Otto Pérez Molina, la ciudadanía ha vivido una confirmación de su desencanto con la clase política, la cual no quiso cambiar y que lejos de intentarlo se afianzó a la única forma que tiene y conoce de hacer las cosas, evitar la transparencia, mantener la impunidad, los beneficios personales y fortalecer las roscas de poder en donde las cualidades y las capacidades salen sobrando.

Ante ese escenario, la ciudadanía hastiada y cansada de lo mismo, se ha visto bombardeada por un discurso recurrente, el de la anticorrupción, con el cual a mi juicio, nos enfrentamos a un peligro que no podemos dejar de analizar, cuando observamos que dichos discursos no tienen otro sustento y van dirigidos a convertir a quien los propaga en el estandarte de la lucha contra la corrupción, dejando en automático el papel de corrupto a todo aquel que no se sume a su plataforma de lucha, no salga en la foto o no grite a los cuatro costados que es partidario de ellos.

No ser corrupto sin duda es una condición indispensable para cualquiera que desee participar en política y se lance a contender, sin embargo, las necesidades del país van mucho más allá de ese primer requisito y demandan programas, planes, estrategias y sobre todo personas que puedan desarrollarlas e implementarlas, so pena de que el remedio termine resultando peor que la enfermedad y que personas sin las capacidades necesarias o con ideas más románticas que pragmáticas sean elegidas solo porque afirman no ser corruptas.

Nuestras necesidades son enormes y el listón está muy bajo, tirado por el suelo, Latinoamérica está llena de ejemplos en donde la población reaccionó en contra de la clase política y luego se terminó arrepintiendo de lo que eligió, incluso, nuestro actual Presidente fue electo, no por bueno sino por ser el menos político de los contendientes y luego todos reclamamos su falta de preparación para el cargo y la inexistencia de cuadros capacitados en el partido de Gobierno para ejercer esa función de gobernar.

Ponerse la capa de anticorrupción es una condición, pero el superhéroe que pretenda rescatarnos deberá también publicar su manual de vuelo o receta y convencernos de que lo que promete y propone no solo es bueno sino también posible y efectivo. No se trata de salir de Guatemala para caer en Guatepeor, ya nos hemos equivocado muchas veces y las alternativas son muy claras o el país se reinventa, buscamos cómo crear riqueza y los mecanismos para que esa riqueza llegue a muchas más personas transformada en educación, trabajo, salud y las condiciones necesarias para que nos podamos considerar en conjunto un pueblo desarrollado o el país se va por el desfiladero con o sin el discurso o las intenciones contra la corrupción.

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