Un llamado del prestigioso diario The Boston Globe ha provocado la reacción de centenas de periódicos de Estados Unidos ante la persistente campaña de ataque en contra de la prensa independiente de parte del gobernante Donald Trump, que tiene entre ceja y ceja a toda la prensa que no repite sus patrañas respecto a las noticias que él considera falsas habiendo acuñado el término de las “fake news” que ignorantes por todo el mundo repiten como loros aun sin capacidad para pronunciar correctamente la expresión dicha en inglés.
Como bien dice hoy el New York Times, insistir en que toda noticia que no les gusta es falsa y que los periodistas son enemigos del pueblo porque publican hechos cuyo reporte es tan molesto para algunos, constituye un gravísimo peligro para la democracia. Lo que ocurre es que Estados Unidos está por vez primera viviendo bajo un régimen despótico y autoritario y para ellos ese tono instigador a la violencia contra la prensa es nuevo, pero en todos los empeños por afianzar dictaduras acallar a la prensa es uno de los pasos fundamentales.
No es casualidad que en el Pacto de Corruptos, que en Guatemala involucra a tantos, se ponga el ojo en la prensa independiente y se haga cambiar de línea editorial e informativa a algunos mediante presiones económicas y amenazas. Porque la dictadura de la corrupción necesita que sus acciones para afianzar su poder absoluto sean ignoradas por el gran público, cosa fácil en un país donde la gente prefiere enconcharse en su indiferencia y pasar por alto el trabajo sistemáticos que poderes reales y fácticos hacen para detener los cambios que les pueden significar la reducción de sus privilegios, adquiridos a un alto costo porque financiar a los políticos no es barato.
Aquí la lucha que durante años han librado en soledad unos pocos medios y que recientemente se vio fortalecida por la espontánea participación de otros que sintieron la necesidad de apoyar la lucha contra la corrupción se vio bien mientras los señalados eran políticos de los que socialmente se conocen como chorreados, pero flaquea cuando la gama se amplía y alcanza a históricos intocables.
Igual que en Washington, se ataca a la prensa independiente afirmando que sus noticias son falsas y que sus publicaciones tienen únicamente el interés de dañar, pues no se entiende cómo puede ser posible que se impriman notas en las que se dicen las verdades como realmente ocurren, cuando ha habido un pacto, no escrito pero eterno, de que de ciertas cosas no se habla.