El afanoso esfuerzo por reformar la ley sobre el transfuguismo que los mismos diputados aprobaron y que dejaría fuera a muchos de los actuales, tiene que entenderse como un acto desesperado para perpetuarse en el Congreso de parte de representantes que han pasado de uno a otro partido sin rubor alguno. En Guatemala los diputados no son electos individualmente sino como parte de una planilla que presenta el partido político y por lo tanto existe un vínculo directo entre el representante y la organización que lo puso como candidato y eso tiene que entenderse claramente, porque mientras no haya elección unipersonal no se puede dejar de considerar esa estrecha vinculación.
Pero como los partidos no son realmente entidades de derecho público inspiradas en ideologías y principios sino simples grupos electoreros que se organizan para transar posiciones y obtener privilegios o disfrutar de financiamientos oscuros, cuando dejan de ser útiles a un diputado o cuando ese diputado vislumbra mejor futuro en otra organización partidaria, simplemente se cambia con la tranquilidad de quien se cambia un calzoncillo shuco.
Y fueron esos mismos diputados los que, anteponiendo los intereses partidarios y para frenar esas sangrías que los debilitan, aprobaron la ley contra el transfuguismo que ahora se convierte en valladar para que muchos de ellos puedan aspirar a la reelección.
Sin querer queriendo, como decía el Chavo del Ocho, se colocaron en posición de ser depurados casi por inercia y eso es tremendamente sano para la política del país porque muy pocos son los representantes, dizque del pueblo, que se salvan en esta legislatura, lo cual tampoco es garantía de que podamos tener en el futuro un mejor Congreso porque las maquinarias electorales siguen funcionando en algunos distritos y la lista de impresentables es enorme, y los espacios que dejarán vacíos los tránsfugas pueden ser ocupados por gente igual o peor que ellos.
En general los partidos tendrían que pasar un estricto filtro en esta época de lucha contra la corrupción, pero para ello tendrían que abandonar viejas prácticas y asumir compromisos de transformación del país, situación que se ve difícil porque sus intereses no tienen absolutamente nada que ver con los de la población y están condicionados por las ambiciones personales.
Los ciudadanos tenemos que ser exigentes y vigilantes ahora con la agenda legislativa de último momento para continuar la implementación del Pacto de Corruptos. Tenemos que evitar los abusos pro impunidad y entre ellos está el tema del transfuguismo que otorgaría inmunidades a una serie de oscuros personajes a los que interesa tener antejuicio.