Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
“Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.
Abraham Lincoln
No cabe duda, que cada cierto tiempo se hace necesario renovar los sistemas, ya que los mismos, sin entrar a calificarlos de buenos o malos, se agotan, como se agota todo lo que el ser humano produce, la temporalidad por lo tanto de cualquier sistema, nacional, global, regional o institucional tiende a desgastarse, por lo que debe ser constantemente renovado, no solamente sus figuras emblemáticas y otras no tanto, también la esencia de los mismos.
Si medimos la transformación de los sistemas de acuerdo con los fenómenos sociales, nos encontraremos con que la mayoría de los primeros son efecto de los segundos, la sociedad evoluciona y con ello los paradigmas van cambiando, quedarnos enamorados de un sistema es volverlo obsoleto, ya que todo tiende a cambiar, y quien no se adapte a los cambios muere de inanición.
Veamos, de los años 50 del siglo XX a esta parte del tiempo, la sociedad global ha vivido cambios de fondo y forma con una rapidez inimaginable hasta antes de mediados del mismo siglo, es por ello que cerramos los ojos bajo un sistema y cuando los abrimos ya nos encontramos con otro, regularmente opuesto, por el mismo desgaste institucional del sistema que deja paso al otro, no necesariamente más novedoso, pero sí diferente en forma y fondo.
La sociedad, evolutiva por donde se vea, necesita cambios profundos constantemente, de no hacerlos voluntariamente, una colectividad viva como la actual, se encarga de realizarlos, lo fundamental estriba en que no tienen que ser contrapuestos necesariamente, pero si renovados, metafóricamente podríamos comparar los sistemas con los vehículos, por descontinuados que sean, podrán caminar, pero ya no nos llevan a ninguna parte, no significa que no arranquen, pero, cada vez se les hace más difícil llegar a un lugar determinado.
Esta sociedad nuestra, por una parte agotada, cansada, extenuada y debilitada, y por la otra con deseos de seguir viviendo, aunque los desafíos la superen y sean más un punto y final, que un punto y seguido, como muchas veces se pretende, hace necesario que nos replanteemos qué queremos, qué necesitamos, qué podemos, y qué no, para no caer en la ignominia del fracaso por inanición como hemos estado varias décadas.
Si analizamos lo que sucede a nuestro alrededor, es menos dificultoso comprender que los sistemas necesitan renovarse para no morir, que no hacerlo, porque de no hacerlo cada día serán menos eficaces, y terminarán desapareciendo, dando lugar a otros que podrán ser menos o más rígidos, dependiendo de las circunstancias, pero nunca iguales.
Viene a colación lo anterior, por el fenómeno que se está viviendo tanto en Nicaragua como en Venezuela, en contraposición como se viven los cambios en Europa, en América debemos aceptar que los gobiernos de los dos países antes mencionados pecaron del caudillismo propio de las democracias en ciernes, sus dirigentes se creyeron los creadores del sistema, y que sin ellos el mismo no funcionaría, craso error, al sistema lo renuevan las personas con pensamientos, ideas y conceptos evolucionados; si el ser humano no evoluciona, el conjunto no lo hará, el resultado es el desgaste y en los casos mencionados el mismo ha sido violento física y sicológicamente.
En Europa, al contrario, en el presente siglo, y a finales del pasado, los cambios se han suscitado por medios democráticos, el mejor de ellos: las urnas, así han pasado de gobiernos socialistas o el extremo de derechas, a gobiernos del centro vía la coalición, es lógico que ninguno de los sistemas extremos podía ser un proyecto a largo plazo, tenía que dar paso a nuevas ideologías más acordes a una sociedad más globalizada y plural.
Por lo anteriormente expuesto, en vías de iniciar una nueva contienda (nunca mejor dicho) electoral, y con más que evidentes campañas anticipadas, como sociedad beligerante y transformadora (por lo menos aspiramos a serlo) esperaríamos, que en algún momento nuestro sistema de repetición constante evolucionara, porque desafortunadamente, con los mismos no se puede esperar un resultado diferente, si no, veamos los rostros en los «nuevos» movimientos políticos, sin importar el nombre, frijoles podridos con gorgojos hay en todos, así no vamos a ningún lugar señores, porque no podemos esperar un resultado diferente con los mismos actores.