Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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Nací en una familia y en un pueblo cachiquel, mis primeras palabras y pensamientos se desarrollaron en idioma cachiquel. Crecí con mi indumentaria maya como mi segunda piel; entre el maíz siendo surco y siendo volcanes en el patio luego de la tapisca. Aprendí que las fiestas no sólo eran para los santos, sino también para los “santitos”. A que no hace falta ver un reloj para saber en qué momento del día se está. Que somos naturales y que nos llaman indios. Comprendí el trabajo forzado porque aún nuestras abuelas y nuestros abuelos lo vivieron. He sido testigo del impacto de la castellanización en la vida de nuestras madres y nuestros padres. Viví en carne propia la ladinización. Observo en las generaciones jóvenes el producto del genocidio, del racismo, que hizo que se les negara la cultura de la que descienden para evitar que los discriminaran y que sufrieran por ello.

Lo complejo de la identidad es que hemos aprendido a definirla como camisa de fuerza, (como si fuésemos antropólogos); obviamos que es una construcción social y por ende implica relaciones de poder político, económico y cultural, que están en correspondencia con el tiempo (o sea también con la historia) y el espacio (donde se ubica el territorio y se desarrolla la vida y la comunidad). La identidad implica conciencia y valorización de la cultura y el patrimonio. Implica un nosotras y nosotros, identificarnos, elegir como mostrarnos, reconocer nuestro origen, enorgullecernos de nuestra ascendencia. También implica un yo soy. Es colectivo para ser individual y viceversa.

Al ser una construcción social está sujeta a los procesos históricos en que se desarrolla y principalmente al poder. El poder impone identidades. La identidad no sólo es influenciable o el problema no radica en la influencia de otras culturas a la nuestra, sino las razones por las que las asimilamos o la idea con que lo hacemos. En contextos de colonización la identidad ha sido motivo de lucha como también instrumento de homogenización para el control. Desde la hegemonía se determinó el valor que poseen o no las culturas, en esa medición los indígenas son lacras y la cultura hegemónica símbolo de la evolución. Se crearon ficciones como historia oficial y el Estado se encargó de implementar las políticas y la institucionalidad necesaria para hacernos ladinos como sinónimo de guatemaltecos.

Lo ladino como identidad creada en contraposición a lo nativo busca deshacer lo indígena para desaparecerlo. Con el racismo se ataca, desvaloriza y desprecia las expresiones culturales originarias de los pueblos, como su indumentaria, su idioma, sus ciencias y tecnologías, sus formas de organización, sus nombres y apellidos. En estas circunstancias no se opta por la identidad porque está determinada, no decidimos, sino que nos inducen a abandonar nuestro origen para sobrevivir, aunque sea a medias.

Es por esto que nacer en el seno de una familia y comunidad cachiquel no me hizo inmune a la ladinización porque esta es principio de Estado y paradigma social. Afortunadamente este ciclo se puede romper.

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