Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
“Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob.”
José Ortega y Gasset.
La proliferación de las redes sociales en un mundo cada día más globalizado, le ha dado voz al que no la tenía, aunque no siempre esa voz sea de la forma mejor utilizada, la libertad de expresión ha permitido que muchas personas por motivos no siempre transparentes se presten a destruir a alguien que no conocen, sin argumentos fehacientes.
Cuando algún medio de comunicación tradicional, socializa una información sea esta formal o no, inmediatamente principia la discusión a favor y en contra de quien protagoniza la noticia, veamos un ejemplo: Cuando a nivel internacional, porque se conoció en medios de comunicación internacionales, la noticia del posible acoso cometido por el Presidente de la República, hacia una mujer aún no identificada, quienes hacían mención que la noticia no era oficial, ya que la misma solamente se conocía como una noticia mediática, sin una fuente oficial, y así sigue hasta el momento.
Derivado de la misma, salieron voces a favor y en contra del inquilino de la Casa Presidencial, lo mismo sucede con determinadas noticias que protagonizan algunos personajes, surgen muchos comentarios tanto en contra como a favor, al realizar una investigación de campo, tuve que entrar a los perfiles de muchos foreros para establecer quiénes son, y sorpresa, no cuentan con mayor información, fotos, amigos y demás, por lo que se podría suponer que todos, tanto los que comentan en una línea como en la otra, lo que es lo mismo a favor o en contra, pareciera que solamente existen para comentar, y no tienen vida más allá que pronunciarse a favor o en contra, pero sin argumentos, con bastante mala ortografía y palabras soeces, en los “comentarios” prevalece el insulto, la burla y la majadería.
Esa es la sociedad de la rumorología, misma que hemos fomentado, en la que se aprecia la cantidad sobre la calidad de las comunicaciones, en la que el insulto a falta de argumentos prevalece para destruir al enemigo, sin pruebas se destruye la honorabilidad de cualquier persona, aún sin conocerla, se incentiva por lo mismo el odio como un valor.
La alineación de las masas se vive nuevamente como ha sido siempre, como antiguamente sucedía en los circos romanos, se lanza a la persona sentenciada a que sea destruida por la fauces de fieras sin raciocinio, hoy no corre la sangre como antaño, pero no significa que la persona sentenciada no se desangre, que no se vea no significa que no exista, los golpes por no ser físicos tampoco significa que no duelan, para sentir el dolor no es circunstancia sine qua non que las heridas se vean.
En una época en la que el ser humano ya no es territorial, sino parte del planeta, porque cada persona vive metafóricamente en todo el mundo. En estos precisos momentos cuando el imperio que sobre la vida pública ejerce la mentira, la burla y la vulgaridad intelectual que rodea no solamente las relaciones humanas tradicionales, también las virtuales, en estos momentos a veces la opinión pública no existe, se diluye en la masa que golpea sin cesar al individuo.
Vivimos por lo tanto en una sociedad dividida, en grupos disconformes que son anti todo, pero por esa misma discordancia veleta, su fuerza de opinión queda correspondiente anulada, derivado de su misma veleidad, ya que hoy acusa con su dedo inquisidor y virtual, mañana juzga, y después ejecuta ¿A quién? A cualquiera que no se ajuste a su consigna.
Todos los demás son corruptos, ¿Quiénes? Los que no piensen como el hombre masa virtual, ese que no se conoce, no se ve, pero suma, acusa juzga y castiga inmisericordemente a quien no piense como él, se cumple la frase “El que no es mi amigo es mi enemigo”, lo que se traduce, en: El que hoy no piense como yo es corrupto, ¿Quién lo dice? El sacrosanto yo, impoluto ser con licencia moral de castigar a todos los malos, porque yo soy bueno.
¿Quién dijo eso? El ser invisible que tiene la capacidad moral de levantar el dedo acusador porque no será acusado, ya que no existe.