Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Todo es para mí un enredo, no en balde traigo un lío con lo de la inteligencia emocional.  Son demasiados enfoques con ese tema de las respuestas viscerales; especialmente cuando tengo que nombrarlas y explicarlas, o más bien explicármelas.  Es tan difícil poner en palabras las sensaciones, y todo se vuelve tan confuso que a veces es más elocuente el silencio.

Aprendí que una respuesta emocional desbordada equivale a un rasgo vulgar de seres primitivos. Puede ser que haya un poco de eso en ocasiones, pero pensando un poco más, me doy cuenta que la emoción es una reacción independiente, y la primera fuerza humana para contender con cualquier estímulo.

El temperamento es un ser vivo lleno de reacciones y capacidades que nos va empujando a todos de manera insensible, a ser quien naturalmente somos. Difícilmente domesticable, es un animal salvaje al que hay que conocer para tenerlo a la vista y poder vivir con él.

Como dije, la emoción aparece primero, y en un esfuerzo para que no parezca muy loca, pensamos algo que la justifique.  Al final parecemos locos, reaccionando de más y con ideas que no vienen al caso.

A veces cuando es insoportable, recurrimos a proyecciones astrales para desdoblarnos y sufrir menos queriendo ver mejor lo que nos pasa. Y otras, con auxilio del inconsciente, nos asalta la disociación con sus afectos paradójicos. Pero un volcán de lava subyacente en cualquier momento puede hacer erupción. De sobra se sabe que todo lo que se niega se hace síntoma.

Recuerdo a dos hermanas que compartían un carro, lo que les daba problemas. Las dos lamentaban tener que ir con desgano y sin interés a donde iba la otra, antes que a lo suyo.  Peleaban y competían por el carro y los destinos. Sabían que necesitaban un carro para cada una, y la excusa del carro y la hermana oposicionista les hacía pelear. En realidad, cada una necesitaba de su propia vida, y el pleito emocionado evitaba esa búsqueda. El ejemplo anterior me retrotrae al hecho de que no hay mucha gente buscando su individualidad. La mayoría se ve más, en una lucha apasionada por pertenencias malsanas.

Se hace de todo, menos lo que hay que hacer; en un mundo lleno de mensajes encriptados. Pongo de ejemplo como convence la lectura concreta del amasiato. Muchas mujeres leen que tener marido y familia son lo vital como signo de algo, y no leen entre líneas, que todas las madres solteras, lo son por haber querido un hombre a la par. En el espectro del analfabetismo emocional, es necesario dejar las lecturas literales y engañosas.

Todo se explica con el control; todos queremos tenerlo.  Cualquier acción, buena o mala, lleva el afán de tomar las riendas de algo; aunque termine mal.  Cuando alguien quiere tener mucho control se descontrola.  Comprar mucho hace sentir en control, las deudas son el descontrol.  Compulsiones y obsesiones que acaban mal. Supongo que la búsqueda de control es la respuesta emocional al vacío existencial; y me gustaría decir que la solución es renunciar a ser Dios, pero emocionadamente, todos somos llevados por alguna fuerza.

Como dije, es un enredo; y a veces creo que lo de la inteligencia emocional es al revés.  Cuando no alcanza la inteligencia cognitiva, metemos emoción a las cosas para creer que hay más de lo que hay.  Por ejemplo, si yo sé que hay oro en una mina, me emociono y voy por él.  Pero si no sé si hay oro, me emociono más de la cuenta para hacerme creer que si lo hay, y entonces entro a la mina fantaseando, como si estuviera poseído.

La inteligencia emocional puede delatar a quien no es muy avezado.  Solo la reflexión se asoma a la realidad, que siempre es más pequeña y no se adapta a expectativas grandiosas.  Ayudaría una inteligencia de significados juiciosos, una sentimental, que no se vaya de boca.

La ecuación sería así: La emoción como primera línea de contención y de respuesta.  Luego un poco de intuición, imaginación y reflexión; hasta crear un significante valedero en la realidad; quiero decir un sentimiento, seguramente más tranquilo.  La realidad podría así, convertirse en un valor y en un afecto.

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