Mario Alberto Carrera
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Yo soy turbulento, activo, agitado, a veces alterado -revoltoso para algunos- e insaciable y ávido en el asunto infinito de conocer, del conocimiento.
Quisiera saber más y más y conocer más, leyendo noche y día. En realidad, el oficio que me ocupa -casi de tiempo completo- es el de lector. Tengo una biblioteca bastante grande para las dimensiones de una casa mediana. Ocupa dos habitaciones. Si tuviera compañera e hijos -como alguna vez los “hube”- no cabríamos. Menos mal que me liberé ya de esas trabas culturales y ahora vivo íngrimo como diría Asturias. Algunos se apiadan de mí y dicen a mis espaldas: “pobrecito, vive solo, qué terrible es la soledad”. Yo, como Montaigne, digo que no hay bendición más grande que ella; y que la congelación de todo deseo. Esto último no lo dijo D. Michel, sino “Los Vedas” y Schopenhauer, mi gran maestro. Porque el deseo es la causa de todo dolor. Me gusta ser medio monje ateo en la espesura verde que me rodea.
Así, leyendo y leyendo (imitando a D. Quijote que de tanto hacerlo se le quemaron los sesos y se volvió loco) me entero de maras, de los mal o de lo antojadizo y extravagante que usan algunos la lengua de Lope; doy discursos (recientemente) sobre el Positivismo Lógico, el lenguaje y Wittgenstein; y me “entero” -yo que vengo preocupándome sobre situación tan complicada desde hace décadas- sobre el futuro que aguarda a las novelas, los libros y todo lo que hoy es de papel, en el mundo acaso insensato del porvenir. Esto último, en publicaciones que creen estar al último alarido de la moda, relativas a especulaciones futuristas.
En cierto libro que se promueve (con motivo de ferias libreras-comerciales) leo, en un breve segmento que de él se reproduce, la etimología (según el documental de marras) del término maras. El autor de este texto (un español, por cierto) indica que el término mara “es un salvadoreñismo que la Real Academia Española tolera desde 2001”.
Primero, la Real Academia Española no tolera nada, porque el Diccionario “no es de ella”. Sus autores son ¡todas!, las Academias miembros de la Asociación de Academias de la Lengua (a una de cuales yo pertenezco y soy su subdirector). La Real Española es una de ellas. Es el DLE y no el DRAE Qué raro que un español sea tan ignorante de tal asunto.
Segundo. No toleramos. Solamente se da ingreso a una nueva palabra cuando el uso generalizado de la misma (en al ámbito que sea) lo amerite. Y mara lo ameritó desde 2001.
Tercero. No es un salvadoreñismo. Es casi un americanismo, porque su uso se ha garantizado en áreas de México, Guatemala, El Salvador y Honduras -mediante metodologías establecidas por la Asociación de Academias- desde 2001, efectivamente. En 2016, el término ha sido ampliado como: “pandilla juvenil y violenta de origen hispanoamericano” y como “gente, pueblo o chusma”, en las áreas de Guatemala y El Salvador.
Mal anda este señor español, sobre terminologías y etimologías de nuestra área. Y, si así comienza su libro, me pregunto cómo será el resto, en cuanto a la seriedad científica que exigen los documentales.
En un suplemento de elPeriódico leo sobre (como muy “avant- garde”) la inquietud de los franceses hoy -y de un autor galo en específico- en torno al futuro de los libros, y de la narrativa en particular. Mucho me ha preocupado esta temática futurista desde hace décadas. Publiqué, hace cuarenta años, un libro titulado “Cuando el Arte Muera”, en cuya posible muerte también analizo la de la literatura, la del libro y la cultura o civilización en la que estamos aún.
Candil de la calle, oscuridad de tu casa, el suplemento.