Juan Francisco Reyes López
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La Suiza, como se le denomina, es un país neutral, donde todos los mayores de edad son parte de sus fuerzas de seguridad y tienen y conservan su equipo de combate en su propia residencia. Son un mosaico de ciudades: Berna, Interlaken, Neuchatel, Lausanne y varias más.
En este país se hablan tres idiomas, según la colindancia geográfica: italiano, francés y alemán. Por cierto, en la parte alemana, a mi padre le sucedió una gran confusión en un restaurante, ya habiendo cenado el resto de la familia, él pidió su cena y escogió una sopa, un plato fuerte y un postre, ufanándose de lo bueno que había sido la comida.
Terminó la mesera de servirlo y le puso un nuevo mantel, otra sopa, otro plato fuerte y por supuesto concurrió con un postre, al comprender, sin mala fe, que mi padre había ordenado cinco menús. Ante ello, llamaron al dueño, quien hablaba un poquito de inglés, y nos explicó que el restaurante era de menús completos por lo que mi padre accedió a pagar los cinco menús, pero ya no a comerse el tercero.
En la bella Suiza no existía persona que hablara español, en la calle, caminando por una de sus principales avenidas, se nos acercó un muchacho, quien nos dijo “soy Blas, tengo 10 años de no oír hablar castellano, los puedo acompañar” y así nos asistió durante los dos días que adicionalmente permanecimos en Suiza.
De Suiza nos trasladamos a Alemania, un mundo distinto, donde las huellas y las lesiones de la Segunda Guerra Mundial se reflejaban tanto en las personas como en todos sus edificios. Conocimos los castillos de Baviera, un mundo encantado que solo una persona fuera de lo normal puede concebir. Nos trasladamos a Berna a Colonia y al puerto de Hamburgo, decidiendo no ingresar a la parte ocupada por los rusos y evitar trámites y problemas.
Salimos de Alemania hacia Holanda quedándonos en Leiden, un pequeño pueblo universitario, al lado de Ámsterdam, Volendam y Marken, lo que nos permitió conocer las plantaciones de tulipanes, la industria de queso y su espectacular puerto de Róterdam.
De Holanda continuamos a Bélgica, pequeño y precioso país, donde en una esquina hay un pequeño muñequito que hace pipi los 365 días del año, y que se caracteriza también por sus bellísimos bordados llamados de bruja y sus lindas ciudades de tipo medieval.
De ahí partimos hacia París, Francia donde nos reunimos con las familias Goblar y Granda, recorriendo Versalles, los castillos de Loira y nos encaminamos hacia San Sebastián, España donde coincidimos en llegar a las celebraciones del día de San Sebastián y de encierro de la cual específicamente me referiré.
Todo esto nos acercó a Asturias, de donde eran originarios todos nuestros amigos, por lo que hicimos una parada de aproximadamente tres semanas. En Asturias conocimos las casas originales de quienes como campesinos inmigraron a Guatemala y América y son hoy, gracias a su habilidad, grandes empresarios, lo que me parece bien porque puedo decir cómo eran sus abuelos y sus casas ancestrales.
Cansados de descansar manejamos de Asturias a la costa brava, en donde se realizaban las temporadas de corridas y así fue como en Murcia, durante dos semanas, todas las tardes disfrutamos de las corridas de toros con toreros como Miguel Báez “el Litri”.
¡Guatemala primero!
Continuará…