En 2018, la administración Trump habría analizado la posibilidad. Foto La Hora/Jae C. Hong/AP

Cuando escuchamos la postura oficial de Estados Unidos respecto a la migración que se reduce a la tolerancia cero expresada en la certera amenaza de que “si no tiene papeles no venga”, como dijo el vicepresidente Mike Pence, nos damos cuenta que hay una absoluta incomprensión del fenómeno que provoca ese flujo de personas hacia el Norte, y que ese país que por siglos fue refugio para millones de personas del más variado origen, perdió su capacidad de acoger en forma humanitaria a quienes huyen de sus países impulsados por la necesidad, sea ésta económica o de seguridad.

Guatemala es uno de los países que sufre esa sangría y que se beneficia del flujo migratorio porque son las remesas familiares el principal ingreso de divisas para el país. Pero hay que decir que es también un país en el que no se hace absolutamente nada para reducir los índices de pobreza e inseguridad porque Guatemala cayó bajo el rodillo de la corrupción que aniquiló la capacidad del Estado para atender sus fines esenciales pues todo está centrado únicamente en el enriquecimiento de los políticos de turno y sus socios que así van extendiendo sus privilegios.

En los últimos días, como resultado de la preocupación en Estados Unidos por esta migración que les lleva a quienes Trump despectivamente llama “esa gente que invade nuestro país” y que se caracterizan no sólo por su pobreza sino por su piel cobriza, hemos recibido infinidad de mensajes respecto a la necesidad de contener ese flujo en nuestra misma frontera, pero la verdad es que mientras subsistan las causas de la migración y sigamos sufriendo la incapacidad del Estado para atender las necesidades de nuestros compatriotas, no habrá forma ni poder capaz de disuadir a quienes tienen que escoger entre ese viaje peligroso a un destino en el que son despreciados por su origen racial o el futuro negro y totalmente cierto que les aguarda para continuar viviendo y sufriendo la pobreza enardecida por la corrupción.

Concretamente decimos que se les desprecia por su origen racial porque los inmigrantes que llegan de otras latitudes, especialmente de la Europa del Este, encuentran las puertas abiertas sin restricciones de ninguna clase y puede incorporarse como a lo largo de mucho tiempo lo hicieron todos los migrantes que dieron forma a ese crisol que es la sociedad norteamericana. Y se nota el racismo porque es “esa gente” la que está siendo perseguida y separada de sus hijos en forma tan cruel como para que se pueda hablar ya de un serio drama humanitario.

Redacción La Hora

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