Juan Antonio Mazariegos G.
A pesar de todas las fobias y temores, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, acabó electo por una abrumadora mayoría de votantes en las elecciones presidenciales mexicanas celebradas el domingo recién pasado. La victoria de AMLO fue incontestable y provocó el inmediato reconocimiento de sus rivales en la elección, en un claro mensaje de madurez política y de respeto a la voluntad popular.
Lo que suceda en México de aquí en adelante debe de ser un asunto de primordial interés para Guatemala, no solo por el buen deseo de que nuestro vecino del norte alcance prosperidad, desarrollo y democracia, sino porque en función del logro o no de esos objetivos, nuestro país puede salir beneficiado o perjudicado.
La noche de la victoria AMLO dio dos discursos, el primero en un hotel del DF y allí invitó a la reconciliación luego de las heridas abiertas por la campaña, ofreció una democracia en apego al orden legal establecido, libertad empresarial, respeto a la autonomía del Banco de México, disciplina financiera y cumplimiento de su Gobierno para con las instituciones financieras internacionales y los contratos en los que México se hubiera comprometido. Un discurso para los mercados, para los inversionistas y que buscaba tranquilizar el capital y la inversión en un país que necesita consolidar una economía a la que se le ha llamado emergente ya por demasiado tiempo.
Un poco más entrada la noche, AMLO llegó al Zócalo y allí ante miles de simpatizantes y bajo el lema “no les voy a fallar”, prometió pensiones universales e inmediatas para adultos mayores, discapacitados y educación y trabajo para todos los jóvenes de México, en un evidente discurso para las masas y con todo el derecho que le daba la adrenalina y la apoteosis de una victoria que, en esa magnitud, no creo que ni el mismo se la haya esperado.
Los problemas de México son tan grandes como lo es el país en sí mismo y no saldrán de ellos sin sacrificios y dolor, es difícil entender cómo los presidentes latinoamericanos electos no aprovechan las coyunturas de las grandes victorias electorales para buscar el apoyo de sus votantes, del pueblo, en una tarea que se visualiza como gigantesca y más llena de sinsabores que de premios para todo mundo, pero al parecer esas frases están fuera del script de los discursos de victoria.
Para México los mejores deseos, para AMLO el mayor y más amplio beneficio de la duda, debemos entender que sus dos primeros discursos son mutuamente excluyentes en varios aspectos, sin embargo, no pueden definir ni su plan de gobierno ni sus acciones de futuro, ojalá pueda alinear sus promesas, se antoja muy difícil para cualquiera hacerlo. Con que cumpla, como lo dijo en El Zócalo, con no mentir, no robar y no traicionar al pueblo, bastante más que sus predecesores habrán hecho para México.