Edgar Villanueva
edgarvcoluma@gmail.com

Esta semana asistí al evento “Retos de Cara al Evento Electoral 2019” organizado por Guatemala Visible y otras organizaciones. En el mismo, cuatro panelistas expusieron sus opiniones sobre los obstáculos que ven en el corto camino hacia el próximo proceso electoral en nuestro país. De las cuatro intervenciones, me quedó en la memoria la de Mario García Lara quien con mucha claridad explicó que ve tres grandes retos, uno de legitimidad, uno de representatividad y uno de institucionalidad.

Con respecto al primer reto, el licenciado García Lara expresó (a grandes rasgos) que era fundamental para que la ciudadanía sintiera que existía un proceso donde su voluntad era reflejada de manera fidedigna. Asimismo, se refirió al reto institucional tanto del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en la dirección de las elecciones, aunque de este tema habló con mayor profundidad el presidente del TSE, Mario Aguilar Elizardi, como de los partidos políticos en su calidad de “vínculos entre la ciudadanía y las fuentes de poder”.

Pero el reto que consideró más importante, y en el que coincido con el licenciado García Lara, es el de la representatividad. En mi opinión, la representatividad es el eje de la democracia electoral, pues a través de ella, los ciudadanos trasladamos nuestros valores y deseos a un representante de voluntades, a un servidor de las aspiraciones del pueblo, ya sea este el Presidente o los diputados. Con una representatividad diluida, la democracia está en peligro (tal y como está en estos momentos), pues quien llega al poder no siente ningún vínculo u obligación hacia aquellos que lo eligieron.

Una frase del licenciado García Lara expresada ayer ilustra cómo esta democracia electoral sigue en riesgo a pesar de intentos de fortalecerla: “La reforma electoral fue un desperdicio de energía social. No se solucionó la falta de representatividad (…). No fue suficiente.” Esta lapidaria afirmación nos demuestra que la representatividad está en riesgo a propósito. Es decir, hay quienes no desean un sistema representativo pues implica una pérdida de poder político. Nuestros representantes, prefieren mantener su poder político (usualmente para sus propios intereses económicos) que asumir un poder cívico a través del cual les toque trabajar a favor de intereses ciudadanos.

Además de restarles poder político, la representatividad les da alergia a nuestros funcionarios electos, porque les da más trabajo. Es más fácil representar mis intereses y mis negocios que buscar la forma de responder de manera eficiente a las necesidades de un electorado diverso y multicultural.

Por estas razones, fortalecer la representatividad es esencial para el futuro de nuestros intereses colectivos y del bien común. Sin una reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos que la fortalezca, nuestra única arma ciudadana es el voto. Si el partido por el que usted votó y sus representantes (Ejecutivo y diputados) no llenaron sus expectativas, no vuelva a votar por ellos, así de simple. El voto que castiga por el momento es de las pocas salidas, pues en estas condiciones… aún tendremos elecciones.

Artículo anteriorUna experiencia democrática ejemplar
Artículo siguienteDaniel el fascista