Jorge Santos
Según la teoría marxista, el fascismo es la dictadura terrorista abierta que desatan los grandes monopolistas y financieros cuando asumen definitivamente las riendas del Estado al llegar el capitalismo a su última fase. Para José Carlos Mariátegui el fascismo es una respuesta del gran capital a una crisis social profunda, como la expresión de que la clase dominante no se siente ya suficientemente defendida por sus instituciones democráticas por lo que culpa ante las masas de todos los males de la patria, al régimen parlamentario y a la lucha revolucionaria, y desata el culto a la violencia. Pues esto es el régimen de la familia Ortega Murillo en Nicaragua.
En 2009 tuve la oportunidad de asistir a una actividad en México, donde me encontré con una defensora de derechos humanos quien me contó de lo que ya en aquel entonces ocurría en Nicaragua. Sí, en la tierra de Sandino se encontraba en el poder uno de los más emblemáticos comandantes de aquel grupo de jóvenes que en 1979 asaltó a la dinastía Somocista para transformar la anacrónica estructura estatal que saqueaba y reprimía a la población nicaragüense, y para revolucionar el entendimiento de la política, la economía, la sociedad y la cultura. A pesar de su testimonio, no comprendí cómo Daniel Ortega y su esposa se prestaban para la realización de una amplia alianza con la oligarquía nicaragüense, a pactar para cooptar el Sistema de Justicia y ceder el territorio a grandes capitales transnacionales.
Después de ello, vinieron las denuncias de violación sexual a su propia hija y a otras mujeres de su entorno familiar y político más cercano. Luego expulsó a funcionarias de las Naciones Unidas y a funcionarios de organizaciones internacionales. Intentó limitar a sangre y fuego el trabajo de organizaciones de mujeres y de derechos humanos. Reprimió a organizaciones de Pueblos Indígenas y campesinas por su oposición a la instalación del Modelo Extractivo de los recursos naturales. A estas alturas, el régimen de la familia Ortega Murillo, alejada y olvidada de los principios de Sandino y la Revolución había cooptado la institucionalidad pública y concedido el 52% del territorio nicaragüense.
Hoy Daniel el Fascista, acompañado de su esposa vicepresidenta, revestidos de una locura mesiánica, ha impuesto el recurso del terror y el miedo contra la población, digno de un Estado contrainsurgente, particularmente contra la juventud que una vez el representó. Esa familia enquistada en el poder, ha desplegado su brutalidad contra el Pueblo rebelde. 309 muertos desde el 18 de abril de 2018, 198 de los cuales ha sido a causa de un solo disparo de arma de fuego, habiendo una mayoría de víctimas menores de 30 años.
Estas son las causas de un mal llamado presidente de izquierda. Daniel y Rosario traicionaron los más elementales principios de la Revolución Sandinista y es por ello, que ahora las y los jóvenes harán su propia Revolución Ciudadana. Derrocar al tirano fascista y su régimen es hoy una impronta en Nicaragua para rescatar los principios y valores de Augusto César Sandino en la década de los 30, así como los valores de la Revolución Sandinista.