Víctor Ferrigno F.
En México hubo un tsunami electoral que, gracias a una masiva participación ciudadana, se trajo al piso al corrupto sistema político, votando arrolladoramente por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), un político tenaz.
En política, quien persevera con un ideario claro, gana. Es lo que hizo AMLO, quien triunfó abrumadoramente en el tercer intento, obteniendo mayoría en el Congreso (70%), en el Senado (54%) y en cinco de las nueve gubernaturas en disputa. Gobernará con el respaldo del 53% de los electores, y ni sumando los votos de los otros cuatro contendientes le hubieran podido ganar. Mayor legitimidad, imposible.
Ganó incuestionablemente, pero no le fue fácil. En sus inicios, milita y después rompe con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego lo hace con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y, finalmente, es electo Presidente, postulado por una alianza encabezada por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el partido que él creó hace apenas cuatro años. Además, AMLO sostiene que la elección de 2006 se la robó Felipe Calderón (PAN), con un margen inferior al 1%.
El triunfo de AMLO se da en un conflictivo contexto electoral en el que 130 candidatos fueron asesinados, y en un país devastado por la corrupción y la violencia. Desde que en 2006, el presidente Felipe Calderón inició la denominada guerra contra el narco, y dio al Ejército funciones de seguridad pública, los homicidios se multiplicaron por 2.5, llegando a una media de 70 por día. En 2017, las muertes violentas sumaron más de 26 mil 500. Además, los especialistas estiman que el número de desaparecidos llega a 37 mil 500 incluidos los estudiantes de Ayotzinapan.
Este duro contexto llevó a AMLO a definir que los tres ejes principales de su gobierno serán enfrentar la desigualdad económica, mejorar la seguridad pública y el combate frontal a la corrupción. Este programa no será fácil pues, según el Ejército Mexicano, el narco-negocio emplea a más de 450 mil personas y, en Estados como Guerrero, el grueso de la población vive del cultivo de estupefacientes. Se estima que el narcotráfico mueve 65 mil millones de dólares anuales, y que uno de cada diez dólares del PIB proviene del narco-negocio, el cual ha cooptado al Estado en casi todos sus ámbitos.
En opinión del periodista Genaro Villamil, de la revista Proceso, los verdaderos capos financieros del narco son altos funcionarios de gobierno; se trata de una estructura criminal controlada desde el Estado. El triunfo de AMLO los desplazará de sus cargos políticos, pero retendrán una considerable cuota de poder opositor, que no será fácil vencer.
En su discurso de aceptación del triunfo, AMLO fue extremadamente cauto, y trató de calmar a los alarmistas. Llamó a un proceso de reconciliación nacional, y aseguró que hará profundos cambios, pero en el marco constitucional. No habrá expropiaciones, ni aumento de impuestos, y garantiza todas las libertades ciudadanas.
En política internacional, anunció que retomará la postura histórica de México, promoviendo la no intervención, y el respeto irrestricto a la soberanía de todos los países y a la libre determinación de los pueblos. Esto implica una muerte anunciada del Grupo de Lima, y un debilitamiento del intervencionismo contra Venezuela y Bolivia.
Sin atreverse a mencionar el muro, Donald Trump conversó media hora con AMLO, quien le expuso su política de desarrollo integral en zonas de pobreza extrema, para evitar que la población se vea obligada a emigrar, y acordaron establecer una política de buena vecindad.
Andrés Manuel López Obrador no se cansa de asegurar que no le fallará a sus electores, y repite incesantemente la máxima de Benito Juárez: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. Así sea.