David Barrientos
Indistintamente cómo se conceptualice la seguridad: humana, nacional, medioambiental, alimentaria, democrática, etc., y dadas las amenazas y vulnerabilidades naturales, antrópicas, tecnológicas, sociales, bioquímicas, a las que hoy está expuesta la sociedad, debe entenderse dentro de las ciencias sociales por ser el centro de interés, el ser humano, o sea tiene un fin social; sin embargo, en la región hemos vivido bajo concepciones de seguridad impuestas, sin interés social, por consiguiente no sabemos cómo proveerla solos, qué pena.
En el siglo XIX, la Doctrina Monroe; América para los americanos concibió que Latinoamérica formaba parte de la esfera de dominación exclusiva de los Estados Unidos, y por consiguiente sus intereses se privilegiaron, sin considerar los nuestros. La Doctrina de Seguridad Nacional surge después de la Segunda Guerra Mundial, esquema impuesto por la influencia del poder político militar y la propia concepción estratégica de los Estados Unidos para América Latina y el Caribe, la cual se convirtió en la piedra angular de la visión geopolítica regional, creando estados para la defensa externa y control interno, pero privilegiando la seguridad del norte, desde el Sistema Interamericano de Defensa, convirtiendo la región en campos de batalla contrainsurgente, principalmente en Argentina, Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Colombia, los intereses del norte a través de su política exterior hicieron que los militares vencieran a la insurgencia en el campo militar, pero no en el campo político, con excepción de Nicaragua que hoy vive una pesadilla tolerada por la misma región.
La Política de Seguridad Democrática surge en el contexto postluchas insurgentes, y propone la protección de los derechos humanos, económicos y socioculturales, entre otros, parafernalia de autodeterminación que no fue una realidad, el modelo adoptado por la región, que debía privilegiar la solución de los problemas de seguridad humana, en sus diferentes manifestaciones, fracasó o ni siquiera se intentó. Hasta ahora el sistema económico y social no ha brindado oportunidades efectivas de progreso y los proyectos de vida de las mayorías se ven en la marginalidad, con consecuencias silenciosas que erosionan a nuestros niños y jóvenes, que solo encuentran combos de criminalidad, ante la ausencia de oportunidades, pues únicamente respondemos a agendas impuestas, que no están pensadas para nuestros ciudadanos, aspectos que además terminan impactando en el norte.
Estamos entonces en la indiscutible esfera de influencia de los Estados Unidos de América, sin embargo eso no implica quedarnos de brazos cruzados y esperar que nos dicten toda la lección, ni debe impedirnos formular una política pública que atienda los problemas de seguridad de los guatemaltecos, que seguramente se integraría con las concepciones de seguridad de la potencia del norte y por supuesto de la región, es por eso que debe hablarse de seguridad global, la que debe enfrentar complejos contextos de vulnerabilidad económica y social de orden transnacional que incluso impacta gravemente en la niñez, control de límites nacionales, deterioro ambiental, terrorismo, contrabando de armas, narcotráfico y crimen organizado, deterioro de los valores sociales, incluso la corrupción y la inestabilidad política, realidades que han reemplazado a las amenazas interestatales y de insurgencia armada, aspectos que deben ahora ocupar la atención de las agendas de seguridad, pero tratados como problemas políticos, económicos y sociales, en lugar de problemas militares, la defensa nacional debe ir más allá de la disuasión, e impactar en el espectro de los problemas humanos.