En un tuit publicado desde Guatemala, el Vicepresidente de los Estados Unidos insistió en llamar a que cese la migración ilegal a Estados Unidos y dijo a los gobiernos del Triángulo Norte: “Díganle a su gente que venir a los EE. UU. ilegalmente solo resultará en un viaje difícil y una vida más dura… Derribar publicidades para traficantes de personas… Renovar la lucha contra la corrupción, grupos delictivos y violencia de pandillas… Estamos decididos a llevar esta crisis a un final”, mencionando el tema que ninguno de los tres presidentes quería escuchar, es decir la necesidad de renovar la lucha contra la corrupción que ha debilitado a estos Estados y que además roba oportunidades a la gente que se ve forzada a emigrar aún en esas duras condiciones que describió Pence.
No hay que ser muy analítico para entender que hay una estrecha relación entre la corrupción y la migración, porque ésta es consecuencia de la falta de oportunidades o de la violencia y ambas cosas tienen mucho que ver con la forma en que los Estados son presa de grupos dedicados al saqueo de la cosa pública. Mientras persista la impunidad (consecuencia directa de tanta corrupción) no habrá seguridad para nadie ni se podrá castigar a los que le roban el dinero al pueblo, lo que hará que siga la fiesta por todos lados y que los más necesitados se vean impulsados, a fuerza de necesidad, a buscar un medio de vida en el Norte.
Creemos que el mensaje del vicepresidente Pence fue muy directo y concreto. Los grupos delictivos y la violencia de las pandillas son productos de países sin ley, donde cada quien hace lo que le da la gana porque las instituciones no están para cumplir con las normas legales. Mientras persista la existencia de un poder judicial cooptado por los corruptos que se interesan en garantizarse impunidad, no se puede siquiera soñar con el imperio de la ley y en consecuencia se alienta y estimula la operación de diversa clase de grupos criminales que se pueden mover como pez en el agua en condiciones de absoluta anarquía.
Para que los mismos norteamericanos, a los que les ha venido guanga la pobreza que genera migración, se hayan dado cuenta de la relación directa entre corrupción y ese extraordinario flujo migratorio es porque el asunto resulta demasiado notorio.
Y es imperativo que se renueve la lucha emprendida y aparentemente abandonada en contra de la corrupción porque ello devolvería confianza en que el Estado puede encauzar nuevamente sus fines y objetivos.