Javier Monterroso
En el bajo mundo se les llama sapos o soplones a los criminales que delatan a sus compañeros, se les considera los seres más despreciables del mundo criminal, pues con tal de salvarse y lograr una rebaja en sus penas le dan a los fiscales la información que se necesita para perseguir a otros miembros de la banda o estructura criminal. En el derecho penal se le conoce como el colaborador eficaz o el arrepentido, un miembro de un grupo criminal que a cambio de beneficios penales brinda a la justicia información útil para perseguir a los jefes o cabecillas de las bandas, es una figura que se utiliza en la mayoría de países del mundo para perseguir estructuras criminales; ha resultado clave en Italia para combatir a la mafia y en Estados Unidos para enfrentarse a diversos grupos entre ellos narcotraficantes y mafiosos. En nuestro país la figura se aprobó en la Ley Contra la Delincuencia Organizada en el año 2006, y comenzó a utilizarse en 2008, creo que con el Caso Rosenberg.
Por lo general los sapos colaboran con la justicia al sentirse traicionados por sus jefes o cabecillas, no solo es el beneficio penal el que buscan sino también protección para ellos o sus familias, o venganza contra sus antiguos jefes, como el caso del arrepentido más famoso el italiano Tommaso Busceta, quien en 1986 proporcionó información clave para combatir la mafia siciliana, en Italia, y a cambio se le permitió acogerse al programa de protección a testigos de los Estados Unidos, país en el que vivió hasta que murió en el año 2000.
Un caso similar es el de Juan Carlos Monzón Rojas, sin duda el sapo más famoso de Guatemala, quien colaboró con la justicia al sentirse traicionado por su antigua jefa Roxana Baldetti y su testimonio permitió encarcelarla a ella, a Otto Pérez Molina y muchas personas más en los casos conocidos como La Línea, Cooptación del Estado y Coperacha. Recordemos que todo empezó en abril de 2015, cuando la CICIG y el Ministerio Público hacen públicos unos audios de conversaciones telefónicas en los que se escucha la voz de Monzón dando instrucciones a otros miembros de una estructura dedicada al contrabando y al cobro de comisiones ilegales, en esos momentos Monzón ocupaba el cargo de Secretario Privado de la Vicepresidencia y era considerado el hombre de mayor confianza de la poderosa Baldetti; después de darse a conocer esta noticia Monzón estuvo prófugo por cinco meses, se supone que en ese tiempo la misma Baldetti planeaba desaparecerlo, pues sabía que su testimonio la incriminaría, es por ello que decide entregarse y colaborar con la justicia. El día viernes después de poco más de dos años preso, Monzón recobró su libertad, pues ha cumplido con su parte del trato hecho con el Ministerio Público y aprobado por el juez Miguel Ángel Gálvez.
La actitud de Monzón no debe ser objeto de alabanza ni reconocimiento, él formó parte de una red de funcionarios públicos que saquearon al Estado, y solo colaboró con la justicia al verse acorralado y traicionado, durante el período en el que trabajó con Baldetti acumuló una fortuna, numerosos inmuebles e incluso una colección de motos de lujo, mientras los hospitales nacionales están sin medicinas y las escuelas sin maestros, claro que causa indignación verlo salir caminando como hombre libre en vez de recibir el castigo ejemplar que merece, pero las reglas procesales son así, ojalá que personajes de tan baja calaña como él nunca vuelvan a ocupar puestos públicos, pero eso ya depende de los guatemaltecos, si volvemos a elegir personas como Roxana Baldetti de nada habrán servido los casos de la CICIG.