Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

A lo largo del tiempo y en diferentes circunstancias, la gente va dejando una estela que denota su inmensa necesidad de ser destacada.

El mecanismo es evidente y es sencillo. En primer lugar, las ideas se sobrevaloran en las ediciones mentales que se hacen de los acontecimientos. Y en segundo; estas ideas se tornan muy referenciales, lo que significa que todo pasa por la propia persona, que de alguna forma se percibe un eje central, alrededor del cual gira todo, lo cual le sirve para explicar los hechos con ella misma. En los casos extremos, esto puede llegar a rangos de grandiosidad.

No es difícil verlo. La grandiosidad como esfuerzo megalómano, se puede ver en muchas cosas. Por ejemplo, cuando las personas hablan de sus vidas pasadas siempre refieren haber sido reyes, faraones, héroes o grandes artistas. A nadie se le ocurre una vida anónima e intrascendente. En la vida cotidiana, la gente fanfarronea y hace esfuerzos por demostrar que es mejor en saberes y en haberes, y cuando se le traban las carretas se pone grandiosa hacia el abismo y, se declara como lo peor y asegura ser merecedora de ruina, culpa y muerte por decir algo. Incluso hay enfermos mentales, que se acusan de crímenes horrendos que no cometieron.

Ahí está el caso de la hipocondría; también en ella se nota la grandiosidad. Ningún hipocondríaco habla de tener una gripe. Todos aseguran tener enfermedades enormes, se diagnostican esclerosis lateral amiotrófica, sida o algún tumor cerebral extrañísimo. Igual es cuando opinamos; generalmente intensificamos algo sin importancia que no sabemos si procede, ni siquiera si es verdadero.

La angustia no cede, y en el terreno de los esfuerzos la gente se extralimita y se pide excelencias imposibles por ser ideales y no reales. No es difícil escuchar cosas como que hay que dar el 200 o el 1000 por ciento. Esa pretensión sería más que la perfección, que ya de por sí es inalcanzable, pero la locura hace que cueste la cordura.

No en balde tienen tanto éxito los cómics e historias de superhéroes con los que todo el mundo se identifica en una especie de proyección narcisista de visos infantiles y románticos. Otro imposible que ilusiona y que distrae.

Nadie repara en que para ser un superhéroe cargado de poderes se necesitan requisitos. Es necesario ser hijo de algún Dios, o venir de otro planeta, por lo menos ser una mutación extraña o ya en lo mínimo, ser un genio archimillonario que pueda inventar y construir todo lo que se le ocurra.

En la evitación sistemática del anonimato y la pertinaz búsqueda de reflectores, se renuncia a la humildad, que implica una justa valoración de la realidad, para reconocer los límites precisamente reales de cada cosa y no extralimitarse como lo haría un loco. Incluso para reconocer que todo está estimulado en beneficio del consumo y la competitividad, a través de sentir que nunca se es suficiente.

A veces me imagino en la carretera con la pretensión de ser siempre el que va delante. Es imposible, siempre habrá un auto antes que el mío, hay gente saliendo de todas partes, en distintos momentos y circunstancias. No tiene caso compararse.

A veces y por fortuna, la gente truena, se quema y, ese momento homeostático de la naturaleza le puede servir para caer en la cuenta, para recapacitar y establecer nuevas coordenadas. Frustrarse menos, hacer esfuerzos realistas por sobrepasar barreras, reorganizar la percepción de las cosas para comprenderlas mejor, establecer metas accesibles y disfrutar las metas intermedias.

Hay una parte en nosotros que necesita silencio y poca luz para poder crecer y poder ser. Debemos aprender a ser por nosotros mismos, conquistar los espacios de soledad para vincularnos genuinamente. Es imposible ser íntimo con alguien, si antes no se es íntimo con uno mismo. No se puede ser profundo si solamente se vive en la superficie distrayéndose con todo. La soledad de la que hablo sirve para no presumir y para no pedir con necesidad.

Quiero pensar que estoy hablando del amor propio, la única forma en que puedo concebir a un superhéroe.

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