Roberto Arias

No cabe la mínima duda de que el tráfico en Guatemala es un verdadero caos, debido a múltiples causas que hacen de la República de Guatemala un país excepcional, no solo por sus causas naturales tan privilegiadas, sino también por la miopía de sus múltiples gobernantes, partiendo de la Conquista –construyendo la Capital al pie de un volcán– hasta llegar al siglo XXI, donde ya es punto menos que imposible cambiar las estructuras que se han manejado desde siempre y que fueron rubricadas con la subida de Álvaro Arzú y su camarilla al poder, que ahora persiste.

Tan estrechas las calles como las mentes de quienes manejaron en sus orígenes la urbanización de la nueva Capital de Guatemala en el Valle de la Ermita, donde actualmente se asienta, y tan estrechas como quienes planificaron las últimas urbanizaciones desde hace unos treinta y cinco años, con sus nuevas colonias y calles tan apretadas que apenas caben dos automóviles circulando.

Quien tuvo una visión futurista para la Capital de Guatemala como ciudad moderna fue Justo Rufino Barrios Auyón, presidente de la República entre 1873 y 1885, cuyo rostro está impreso actualmente en los billetes de a Q5.00. Se ganó el título de Reformador debido a los cambios positivos importantes que logró para Guatemala. En la Capital construyó el Cementerio General al final de la 20 calle de la actual zona 3; la Avenida de La Reforma, la Torre del Reformador, y fueron trazadas las calles de las ahora zonas 3, 4, 9, 10 y otras. Particularmente las muy amplias calles del llamado Cantón Barrios, ahora zona 3, desde la Avenida Bolívar hasta el Cementerio General y calles adyacentes.

Desgraciadamente, en tiempos modernos la voracidad se volcó sobre Guatemala como un gigantesco manto negro y las decisiones gubernamentales tomaron esa dimensión bajo la voraz figura de la codicia absoluta, la que viene agigantándose desde la burla a carcajada batiente de “La Liberación” en 1954, cuando el Ejército de Guatemala vendió de nuevo a su República y a su Pueblo, a la bandera extranjera.

El transporte público, uno de los ejes principales de una ciudad como Guatemala, fue convertido en negocio de mafias, en donde los alcaldes encontraron otro nicho para hacer millones personales junto a sus compinches. El mafioso negocio floreció, pero como la voracidad tupe la visión y estupidiza, las grandes necesidades citadinas para una sostenida creciente explosión demográfica se perdió de vista y persistió la guerra de mafias para quedarse con el monopolio del transporte público.

Cuando abrimos un poquito los ojos, vemos que aparentemente pararon los asesinatos de choferes de camionetas, pero queda el enorme problema de las mayorías para transportarse a sus lugares de ocupación y cada quién “necesita comprar un su carrito” para solventar su ingente problema de transporte… pero el problema se amplía en costo de tiempo, gasolina y mantenimiento.

Nunca se tomó en serio el eje de transporte para una ciudad como Guatemala y con eso se redujo la oportunidad de desarrollo y modernización de la Capital guatemalteca.

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