Alfredo Saavedra

Desde Canadá.– La Naturaleza, que da vida y muerte, se nos presenta en su aspecto bondadoso como la fuente para el sustentamiento de la existencia del ser humano con sus consiguientes la fauna y la flora y la vitalidad del agua con su generosidad para la perduración de la vida en todas sus formas, pero también con una naturaleza transformada en el peor de los enemigos de las formas de vida descritas, en efecto demostrado ahora en Guatemala con la calamidad del Volcán de Fuego que ha desatado su furia con el estallido de una erupción que ha devastado a toda una población en fenómeno que al parecer no tiene antecedente histórico.

El nombre de Volcán de Fuego, le viene a ese accidente geográfico, desde la antigüedad, tal vez nombrado así por la población indígena preconquista, en sus respectivas lenguas y denominación adoptada por los primeros colonizadores españoles, según descripciones en la crónica fundamental Recordación Florida, del escritor guatemalteco del siglo XVI, Francisco de Fuentes y Guzmán, del que dice: “…no se da día alguno del año en que no se le vea arder y algunas veces levantar temerosas llamas de fuego, cuyo persistente activo incendio tiene taladas y destruidas hacia el ocaso más de 18 leguas de tierra de la costa Sur…” El autor  da amplia descripción de este y otros volcanes del país, destacando en una parte del libro información sobre el Volcán de Agua y las consecuencias que tuvo para la primera capital del Reino, con el deslave que provocó la destrucción de la incipiente ciudad causando la primera tragedia con muerte y devastación que afligió a sus habitantes.

El Volcán de Fuego ha estado en permanente actividad y quienes vivimos (cada quien en su época) en lugares de la capital, desde donde se podía admirar la majestuosidad de esos colosos, pudimos observar la permanente presencia de fuego en la cúpula de ese ahora monstruo que ha llevado muerte y dolor para miles de compatriotas que han perdido sus vidas y sus bienes por dicha calamidad, la primera conforme los récords correspondientes. Hubo ya en el pasado conatos de erupción que fueron reportados en su ocasión por la prensa que en cada situación de esas dio amplia información.

Según un reporte, las erupciones más destructivas se caracterizan por flujos piroclásticos que expulsan grandes rocas a cientos de kilómetros por hora y a temperaturas de hasta mil grados centígrados. La masa de ceniza que en forma de nube lanzó el Volcán de Fuego en esta erupción se estima que pudo alcanzar hasta los 800 grados centígrados de temperatura, exceso capaz de calcinar los cuerpos de las víctimas de esta tragedia en Guatemala. Fue lamentable que curiosos ignorando los alcances terribles de esa amenaza, incluso utilizando celulares para fotografiar el fenómeno, no se pusieron a salvo a tiempo y fueron alcanzados por la destrucción, pero es de gran pesar los relatos en los medios de víctimas que no obstante sus esfuerzos por abandonar el peligro, perecieron para gran desconsuelo de sus familiares que no pudieron hacer nada para evitarlo.

Noticias del exterior informan que en Italia, en vista de la numerosa colonización con residencias de todo tipo en las faldas del Volcán Vesubio, las autoridades han alertado a los habitantes del riesgo de la eventualidad de una erupción, que aunque han pasado siglos desde que sepultó a la antigua ciudad de Pompeya en el año 79 de nuestra era, en posteriores tiempos al descubrir las ruinas se estableció que sus habitantes murieron calcinados en forma tan fatal que sus cuerpos fueron encontrados en posiciones de actividad, dada la magnitud de las cenizas de temperaturas tan altas como inimaginables que no dieron tiempo a nadie de escapar a tan terrible desastre.

Nuestras condolencias a los familiares de nuestros compatriotas fallecidos por el desventurado siniestro y nuestra exhortación de solidaridad y ayuda para los sobrevivientes.

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