Guatemala, en momentos de seria crisis, se muestra como un avión sin piloto ni tripulación lo que tiene graves consecuencias para los habitantes del país. Además del ya comprobado pésimo manejo de la emergencia del domingo con la erupción del Volcán de Fuego, hemos visto cómo, en cascada, se van sucediendo hechos que en verdad tienen que ser ya muy preocupantes.

Empezando por el craso desconocimiento del funcionamiento del Estado que mostró el mismo Presidente el domingo al comparecer ante los medios rodeado por sus funcionarios en la sede de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, cuando afirmó que no tenía un centavo para atender la emergencia porque la Ley de Presupuesto no le permitía gastar, lo que provocó que expertos en Finanzas salieran a enmendarle la plana porque hay previsiones legales y provisiones de fondos precisamente para actuar con celeridad en casos como el de la erupción con su cuantioso daño.

Párrafo especial merece la actitud que se tuvo respecto a la ayuda internacional que empezó a fluir inmediatamente por la solidaridad de pueblos hermanos, especialmente de nuestros vecinos, pero resulta que no podía ingresar esa ayuda porque se impusieron barreras en las aduanas fronterizas y así se quedaron varados contingentes de ayuda que venían de México, Honduras y El Salvador. Mucha de esa ayuda había sido recolectada por sacerdotes católicos que se comunicaron con el Obispo de Escuintla para informarle que no les dejaban pasar con los aportes. El prelado se comunicó con el Nuncio Apostólico quien hizo valer sus muy poderosas influencias en el entorno de Jimmy Morales, especialmente con el ministro de Gobernación, pero ni siquiera su intervención pudo acelerar las decisiones de gobierno.

Y la Canciller al comparecer ante los medios para explicar la tardanza e incapacidad en el manejo del tema de la cooperación internacional utilizó frases que, en medio de lo que estamos viviendo, son groseras para referirse a las quejas que se formulan por la displicencia gubernamental para manejar el tema de la ayuda.

En condiciones normales es gravísimo tener un país sin autoridades competentes, entendiendo por tal no solo el fundamento de su autoridad sino la capacidad para el desempeño de sus funciones, pero cuando hay una crisis esa carencia se traduce en mayor perjuicio para las víctimas. En el Gobierno hay una sola meta y objetivo: frenar la lucha contra la corrupción y a ello se reduce todo lo que hacen y proponen. A todo lo demás no le asignan la menor importancia y lo demuestran de manera palmaria.

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