Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Han pasado varios días desde la fatídica noticia del domingo: la actividad del Volcán de Fuego se había empezado a convertir en una historia de terror, muerte y desolación para muchísimas personas. La imagen de bebés, niños, adultos y ancianos huyendo por su vida o tirados en el piso, es algo que no me puedo quitar de la mente.

Nos pinta como una sociedad con socorristas de primer orden. Gente que arriesga todo en su vida por ayudar el prójimo, personas que a veces sin tener el equipo adecuado se las juegan todo por salvar a una persona. Ejemplos de personas que son ídolos en sus casas y en sus comunidades porque tienen una vocación de servicio, una calidad humana y un sentido de entrega que nos enaltece como país y nos enorgullece a quienes los vemos en acción.

Y digo que la tragedia nos pinta, porque lastimosamente un evento de esa magnitud, nos permite que el chapín muestre una solidaridad especial en los peores momentos que como país hemos experimentado. En el día preciso de la emergencia y los días posteriores, el vuelco de la gente es impresionante; de quitarse el sombrero, agradecer para siempre y de ilusionarse en el sentido que cuando se quiere se puede. Gracias eternas a los socorristas, voluntarios y a la gente que ayuda.

También pinta de cuerpo entero el nivel de colapso que tiene nuestro Estado que en muchas ocasiones no puede ni atender lo más básico. Luego de las tragedias y del apoyo del resto de la sociedad, los afectados saben que experimentarán difíciles condiciones porque vuelven a quedar en el olvido para nuestros líderes políticos que muy poco se preocupan por resolver nuestros problemas y carencias de manera integral. A la sociedad nos atrapa el día a día y nos enfocamos en los que estábamos.

Nos pinta porque demuestra que tenemos un mandatario que por estar preocupado y obsesionado con sus inquinas, no puede liderar a su gente y no muestra mucha molestia por la tardía reacción de las autoridades que él mismo nombró y por las que desbarató una estructura que a pesar de haber parecido poco ágil, en este tiempo se muestra que era mucho más eficiente y preparada que lo que actualmente tenemos.

Nos pinta con un Congreso que aprovechando la distracción de la gente, se dispone a querer verle la cara a la población, siendo liderada por un Presidente que emite un comunicado con errores y mentiras. Asustó la reacción de la gente, pero principalmente les complica el margen de maniobra el hecho que los tránsfugas no se sienten motivados para servir la agenda de los preocupados ante la justicia y eso genera el limbo.

Nos pinta porque nos está costando aceptar los errores. La gente de Conred busca muchas excusas para aceptar algo tan sencillo: se pudo haber hecho más de lo que hicieron, debieron haber interpretado mejor los informes del Insivumeh y ordenar la evacuación de la gente, costara lo que costara. Resulta más fácil quererle echar la culpa a otro, que aceptar las propias, y se está volviendo una recurrencia.

Una tragedia más en nuestra historia debe servir para decir “ya basta”, y dar el giro al timón que necesitamos. No podemos seguir teniendo gente en condiciones tan precarias, y no podemos seguirlos condenando a una historia tan al margen de quienes tenemos más oportunidades. Que la muerte y dolor de nuestra gente, más la solidaridad y entrega de miles, nos sirva para jurarnos y unirnos y así luchar por un futuro diferente.

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