Fernando Mollinedo C.

Los políticos se molestan cuando los medios de comunicación descubren, desvelan y atestiguan sus actos bochornosos, traiciones, crímenes, delitos, estafas, ilegalidades, sobornos, mentiras, prepotencia y otros actos reñidos con la ley y las buenas costumbres; lo que motiva a la población a preguntarse: ¿dónde quedaron la ética, la ideología y los principios partidistas?

Casi toda la pandilla estuvo en franca política de puertas abiertas donde se recibió de todo, se sacrificaron vendettas, se privilegiaron pactos y se cerraron acuerdos: cambio abrupto de partidos con personajes que en pocas horas dejaron de ser lo que eran y se convirtieron en camaleones; integrantes de la derecha que se fueron a la izquierda simulada que empezó a recibir de todo y se convirtió en un algo sin color ni sabor, pero si con intereses económicos iguales, es decir negocios.

¿Cómo tenerles fe política (credibilidad) a esos personajes a los que ya difícilmente se les puede ubicar ideológicamente? La fase del desgaste donde colores, nombres y partidos, no han sido garantía para la legislación y administración pública, que los llevó a un lugar bochornoso en el imaginario nacional, pues evidencian su total ignorancia en los temas de índole político.

No todos, pero si la mayoría; vacuos en sus discursos, sin estrategias, sin educación, o si la tienen, al servicio de sus negocios e intereses personales, siendo la población la recipiendaria de esa falta de honestidad, calidad personal, incultura y abusos que a través de la Historia han desarrollado quienes integraron en el ayer y hoy la clase denominada política.

Para muestra un botón: ESPAÑA, donde ha sido defenestrado el poder del partido que incurrió en sobornos, coacciones, enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos y alcaldes y tramas de desfalcos que les llevaron a lo inevitable: la destitución y salida por la puerta de atrás llevando como trofeo el estigma de pertenecer a una organización podrida y corrupta llena de delincuentes políticos.

Los guatemaltecos manifiestan su verdadero sentir en la intimidad de las familias, pláticas con los vecinos y amigos que coinciden en resaltar el enojo de un país fragmentado por la violencia, vulnerado por la corrupción y harto de simulaciones de dignidad y honradez por parte de esa clase política vigente.

Las nuevas generaciones movilizan opiniones congruentes y tratan de establecer nuevas formas de expresión política, indican que se requieren voces de pluralidad y no de coyuntura. Esperamos que en la próxima campaña electoral veamos a una juventud con liderazgo moral cuya representatividad no esté en tela de juicio por su origen político y se erijan como interlocutores válidos de la sociedad, sin el aval de los partidos corruptos.

La capacitación de un político es elemental para definir la construcción de un proyecto sólido y con los argumentos que sustenten no sólo una, sino muchas aspiraciones. El arte de gobernar exige competitividad, congruencia con la realidad e incluir pluralidad de ideas; para no seguir siendo más de lo mismo.

Artículo anterior“De hospital, en hospital”
Artículo siguienteLa tercera vía