David Napoleón Barrientos Girón
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La creciente pobreza, la corrupción, la inseguridad, la polarización de la sociedad, entre otros, pareciera el fracaso de la democracia, como si la nube negra no permite claridad. Sin embargo, nuestro sistema de gobierno permite la autonomía de pensamiento, donde se pueden dejar por un lado las ideas de rancio pensamiento, rebasadas por la historia y trasladarnos a una corriente que pareciera estar ganando terreno: es más, hasta permite escoger los términos que más se adapten a nuestra posición, o con el que más cómodos nos sintamos; el socioliberalismo, liberalismo progresista, liberalismo democrático, liberalismo moderno o la tercera vía; una simbiosis de socialismo y liberalismo que se dirige a la existencia del libre mercado y al mismo tiempo defiende los derechos sociales, para garantizar el bien común; defiende el estado laico, no tolera cualquier tipo de racismo, promueve que los servicios de salud, educación, justicia y seguridad deben ser públicos, eficientes, y al alcance a todos. Además, castiga la existencia de intereses monopolísticos u oligarquías arraigadas, defiende el control de la competencia para privilegiar la libre empresa, y aunque sean discutibles algunos resultados de este modelo, ha mostrado avances en los indicadores de desigualdad y eficacia en la lucha contra la pobreza. En todo caso en Guatemala nadie debe alarmarse por esa amalgama, si hemos visto alianzas y compromisos de lo más extraños.
Los países más prósperos del mundo: (Noruega, Suecia, Dinamarca, Nueva Zelanda y Suiza), son capitalistas, gozan de las libertades de una democracia efectiva, y practican una política social socialista que beneficia a todos, cosa que a algunos les parecerá una contradicción, sin embargo, eso se viene construyendo con éxito, algo bueno debe tener y no deberíamos necesitar trescientos años para entenderlo.
El modelo que establece nuestra Constitución política privilegia el bien común y el libre mercado, que más sustento para un proyecto socioliberal, donde se promueve la profundización de la democracia, enfatiza el desarrollo tecnológico, los mecanismos de competencia regulada, a fin de obtener progreso y desarrollo social, un camino pragmático que reconcilia a los antagónicos justicia social y efectividad económica.
Aunque el tema parezca escabroso porque pasa por el modelo económico al que estamos acostumbrados, vale la pena reflexionar al respecto, porque además hemos visto a diferentes sectores tradicionales dar señales de disposición al cambio, aunque sea a regañadientes, en una coyuntura que no debiéramos desaprovechar, pues ahora necesitamos salir de la profundidad que estamos tocando, y si luego de este intento por reconfigurarnos, no funciona, pues volvamos a nuestras rancias esquinas y al férreo combate ideológico.
Ahora que nos aproximamos a una campaña electoral vale la pena detenernos y revisar las corrientes ideológicas, si es que las tienen, de las posibles agrupaciones o líderes en el escenario probable, de lo contrario solo esperemos una amalgama indefinida en pensamiento que no le hace bien a los guatemaltecos, o sea nos podemos estar manifestando entre los pasajeros de una barca sin norte definido, porque si un proyecto político aunque sea improvisado, no tiene definida su dirección, cabe la posibilidad de su fracaso, por falta de claridad, convicción y equilibrio.