Alfonso Mata

Todos los sucesos y acontecimientos políticos y sociales recientes, piden a gritos una nueva realidad. Desafiamos tontamente cualquier explicación coherente de verdad y justicia y es que los problemas que tenemos, no son académicos ni intelectuales, como muchos pretenden hacernos creer. La situación actual nacional sufre de crisis de valores y existencial, producto de relaciones vividas y frustraciones pasadas, alimentadas de miedos y carencias, injusticias e inequidades, en que crecemos y nos desenvolvemos.

Todos los días, los medios de comunicación y las redes sociales nos hablan de crisis financieras, energéticas, de transporte, de alimentos, salud, educación, contaminación. De desastres naturales y sociales que acontecen aquí y allá. Todo sucediéndose en medio de olas de incomprensiones, violencia, agresión y criminalidad y entonces es que pienso: todo eso se origina de algo más grave todavía, en donde están chocando en lugar de colaborar y conectarse, fenómenos biológicos, psicológicos, sociales, físicos y naturales; todos ellos interdependientes, que no pueden subsistir los unos sin los otros, haciendo surgir un mundo desequilibrado.

Ante esa situación, me es claro que no corresponde, como a muchos se les ha hecho creer, ni a Dios, ni a los santos y las divinidades celestiales o infernales, actuar para bien o para mal sobre ello. Solo el hombre que vive y trabaja en esa vorágine, es capaz de producir cambios. Pero para ello, sin una transformación fundamental de pensamientos, intereses, valores y propósitos de parte de cada uno y como sociedad, no hay, no es posible, que se dé cambio alguno y sí un trágico hundimiento.

Sería poco justo y no veraz, no reconocer que una serie de movimientos sociales se han lanzado al combate, en búsqueda del cambio; lamentablemente actúan aisladamente, sin vincular objetivos y sin fusionar lo que les mueve, por lo que no crean fuerza suficiente para resquebrajar y destruir el sistema actual y reorientarlo al cambio social, político y ambiental que está pidiendo. Así solo se consiguen “triunfos pírricos” sin tocar lo que daño hace: una legislación retorcida, una justicia injusta, una falta de honestidad y equidad social, en planes y programas nacionales.

La crisis es compleja, necesita de soluciones complejas y multidimensionales. Afecta todos los aspectos de la vida del ciudadano, independiente de dónde se esté, se encuentre y lo que uno tenga. La amplitud de la situación que reduce a una gran cantidad de personas a un vivir doloroso y limitante, probablemente no tenga referente y sus dimensiones pasan por lo espiritual, moral, material y el respeto a la vida. Unos han almacenado decenas de millares, mientras otros solo tienen al vacío; unos dilapidan tecnología, mientras otros no pasan de tener herramientas del siglo XVIII. El costo de esas locuras desequilibrantes es millonario en lo público y privado; quetzales tirados en vano, que lo que entrañan es el diario aumento de destrucción de unos contra otros.

Los problemas son intrínsecos al medio en que vivimos y no es posible con la metodología fragmentada del sistema de gobierno que tenemos y con un pensamiento académico por disciplinas que impregna el medio social, tratar los problemas estructurales de nuestra sociedad. Cualquiera sea el problema de que hablemos: criminalidad, salud, educación, finanzas, la dinámica oculta siempre es la misma. Impotencia, y cuando las élites políticas, académicas o financieras, incluso religiosas, tratan de actuar, lo hacen cargados de intereses partidistas, que lo que hacen es mantener la estructura, abriendo espacio para penetrarla y colarse ahí como parásitos. Lo que sí está claro es que las fuerzas sociales y políticas dominantes, se van a negar a entregar las riendas de poder que manejan y este es un punto medular a solventar. El otro reto es el cómo nuevos protagonistas y nuevas circunstancias, pueden entrar a un modo dinámico de cambio, lo que exige una profunda transformación de nuestras instituciones sociales y estatales, de nuestros valores y de nuestras ideas. No existe fórmula mágica para lograrlo; el gran reto es el encontrar el cómo. Corresponde a la sociedad encontrar una nueva visión de realidad y montarla. Está en un momento crucial para hacerlo. Naturalmente no solo son reajustes políticos y económicos lo que demanda la crisis, también un cambio completo y profunda modificación de las relaciones sociales.

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