Siempre hemos pensado que el antídoto para las dictaduras, de cualquier tipo, está en los pueblos dispuestos a ejercer ciudadanía, aun corriendo riesgos para enfrentar las diversas formas de represión. Lo vimos en Guatemala en 1920 y luego en 1944, cuando fue el pueblo el que dispuso terminar con las tiranías de Estrada Cabrera y la de Jorge Ubico y ahora vemos cómo en Nicaragua, país donde con mucho esfuerzo y sangre se articuló la reacción ciudadana para acabar con la tiranía de Somoza, se produce una impresionante y masiva expresión popular contra la nueva dictadura, igualmente corrupta, encabezada por los Ortega que se adueñaron del país siguiendo el libreto de los Somoza.

No deja de dar una muy sana envidia el ver esos torrentes de gente marchando con firmeza para exigir la renuncia de los tiranos que usaron al Frente Sandinista de Liberación como plataforma para generar el surgimiento de otra nueva dictadura que tiene enormes similitudes con la que durante décadas sojuzgó a ese pueblo con la dinastía de los Somoza. Y la gente acude a pesar de que Ortega no ha vacilado en el uso de la fuerza para reprimir las protestas de quienes claman por un cambio de modelo luego de que todo el aparato estatal fue puesto al servicio de la corrupción por el terrible contubernio entre Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, quien además de ser todopoderosa primera dama es también Vicepresidenta de la República en un descaro de nepotismo.

Los políticos llegan hasta donde los ciudadanos los dejamos y eso se reafirma ahora en Nicaragua donde los principios de un movimiento inspirado en la figura del General de Hombres Libres, César Augusto Sandino luchando contra la tiranía, se convirtió justamente en el parapeto de una nueva forma de dictadura igualmente atroz, violenta y corrupta que la de aquel Anastasio Somoza García en contra de quien se alzó en armas un Sandino sediento de libertad y respeto a la dignidad de los seres humanos.

El sandinismo creció porque el pueblo de Nicaragua estaba harto de Somoza García y su legado en los Somoza Debayle, pero su dirigente terminó pervirtiéndose y pervirtiendo el movimiento con esta mutación que lo coloca como un eslabón más en la larga historia de dictaduras que han agobiado a ese pueblo centroamericano.

El ejemplo de Nicaragua nos tiene que iluminar en la lucha contra la dictadura de la corrupción que no tiene un único rostro sino que se plasma en un montón de políticos que se resisten al imperio de la ley y el cese de la impunidad.

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