Juan Francisco Reyes López
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Como lo demuestran los estudios sociales, entre más subdesarrollado es un país y más crisis económico social existe, mayores son los trámites, o como popularmente se dice, las colas que la ciudadanía realiza para que el Estado le preste los servicios a nivel Ejecutivo y de alcaldías, que es obligación otorgarles.
En Guatemala cada día más se producen las colas. Para un ciudadano que ha arribado a sus 18 años, el obtener DPI significa varios días de trámite, si esa persona también necesita una licencia para conducir en moto o en automóvil, obtenerla requiere numerosos trámites y por supuesto unos tres días de colas.
Para que decir, si la persona va a obtener un pasaporte para viajar al exterior, hacer el trámite significa llegar a las 4 o 5 de la mañana, y con suerte recibir un turno para iniciar la gestión de obtener un pasaporte que muchas veces no está disponible.
Si a esto le agregamos que para poder viajar a México o a cualquier país de América Latina se tienen que hacer una serie de trámites para que se le otorgue una visa de turismo, solo se comprueba que estamos cada día empeorando y no mejorando en el sentido burocrático.
Cuando se pasa inmigración en México, en el Perú, o en Chile, por lo menos hay que hacer cola una hora, salvo que se sea tripulante de un avión o que se cuente con un pasaporte diplomático.
Hasta muy recientemente, los expresidentes y ex vicepresidentes de la República y sus esposas tenían el derecho vitalicio de contar con un pasaporte diplomático, pero por obra y gracia de algún burócrata de la Cancillería, en la nueva ley de la materia se quitó dicho derecho, por lo que, si un presidente o vicepresidente de la República, a partir de ahora, quiere viajar a México tendrá que hacer sus tres días de cola en la Embajada mexicana e incluso podrá negársele la visa.
No nos extrañe ver a un presidente o vicepresidente, electos por la mayoría de los votantes, que al llegar a México, no importando su edad o su estado de salud, tenga que colocarse en una cola y pasar de forma poco respetuosa, lo que debería representarle a los guatemaltecos que a los exfuncionarios del más alto nivel de rango constitucional se les menosprecie, lo cual no sucede con alguien que haya sido presidente de México, presidente de Chile o presidente de Perú.
En menos de dos años, el presidente Jimmy Morales y el vicepresidente Jafeth Cabrera entraran a formar parte de las colas, lo que por supuesto no se le aplica a uno de los muchos embajadores de Guatemala, de los miembros de nuestros consulados o embajadas, pero a veces es necesario que se comprenda en carne propia los errores que hace nuestra burocracia y dizque protocolo.
Sería conveniente que se evaluara si a las esposas de los embajadores, de los secretarios, de los cónsules y a sus hijos no se les otorgue pasaporte diplomático sino que viajaran con pasaporte ordinario y así, sin duda alguna, echarían pan a su matate.
Si Álvaro Arzú no hubiera muerto a sus 72 años, cuál sería la reacción de su hijo Álvaro Arzú Escobar cuando él y sus padres viajaran al exterior y tuvieran que hacerlo con pasaporte ordinario, llenando todos los trámites y colas para ingresar a sus países de destino, y no como, en mi opinión, se lo merece la viuda de Álvaro Arzú, que se le mantuviera su derecho a pasaporte diplomático de forma vitalicia.
¡Guatemala es primero!